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Ada Celsa Cabrera García e Giuseppe Lo Bruo América Lana en el marco de la reconguración hegemónica mundial: el avance estratégico de China en la región en el siglo XXI
lanzada por Xi Jinping en mayo de 2013 en la Conferencia de Trabajo sobre
la Diplomacia Periférica (XUETONG, 2014; 2016).
Entre 2016 y el comienzo de 2017, la economía mundial capitalista
ha vivido momentos que han puesto en discusión el actual modelo de
globalización neoliberal. Por un lado, la presidencia de Donald Trump en
EE UU muestra un escenario cada vez más complejo que podría recon-
gurar el actual modelo de relaciones económicas y políticas globales. Para
el territorio latinoamericano esto signicaría un desafío en el objetivo de
lograr mayor autonomía en su inserción en la economía global. Por otro
lado, el proyecto de la “One Belt, One Road” (OBOR)
11
lanzado por China,
podría ser la base para la construcción de un nuevo sistema interestatal
con el liderazgo de Beijing bajo la propuesta de la Nueva Economía Es-
tructural (NEE) (LIN; WANG, 2017, p. 15-16).
La discusión anterior, nos permite introducir el panorama que a
nivel de la economía mundial existe en torno a los procesos de recongu-
ración hegemónica y la manera en que la región latinoamericana se en-
cuentra inserta en dicho contexto. En este sentido, el impulso hacia una
transición hegemónica asume hoy un signicado importante en el cual
el papel de los países emergentes es fundamental en el entendimiento de
este proceso en el que sin duda China adquiere un rol fundamental.
Las contradicciones que vive hoy el capitalismo global ponen de
maniesto que AL adquiere el rasgo de ser cada vez más un territorio
en disputa entre los actores que buscan convertirse o mantenerse como
hegemonía global en la actualidad. Nos parece importante señalar que
AL es y ha sido, en las últimas dos décadas, una región que se encuentra
en una constante reconguración que no se aparta de los procesos de un
mundo globalizado. Efectivamente, a partir del siglo XXI los gobiernos
latinoamericanos han intentado tomar las riendas de su propio destino
constituyendo diversos procesos formales de integración
12
. Por ello, se
ha puesto en juego el papel de cada país latinoamericano en el ajedrez
de este sistema interestatal para consolidar distintos modelos de integra-
ción
13
que les ha permitido en cierto modo tomar liderazgo regional. Este
escenario, se reorganiza a partir de un mayor acercamiento de China en
AL y, al mismo tiempo, del debilitamiento de las relaciones entre EE UU
y varios países latinoamericanos. Sin embargo, también podría conside-
rarse lo que Gallagher (2016) denomina China Triangle, una estructura
donde los vértices son China y EE UU con los que AL fomentaría relacio-
nes políticas y comerciales interactuando simultáneamente con ambos
actores y sin tener que escoger entre uno u otro.
El avance estratégico de China en América Latina en el siglo XXI
Mirar a Latinoamérica como región, es rearmar su posición en
un mundo globalizado, dentro de un marco capitalista en el cual los mer-
cados de carácter global enfatizan las relaciones políticas y económicas
internacionales. Aunque las alternativas de cambio y desarrollo social en
AL se han dado en un contexto pragmático y real que no va más allá del
capitalismo, los países latinoamericanos han podido avanzar hacia nue-
vos objetivos y estrategias basados en el diálogo político, los acuerdos
11. Con la One Belt One Road Initiative
(OBOR), lanzada por Xi Jinping en 2013
y oficializada en 2015, China pretende
integrar verticalmente la Ruta terrestre
de la Seda de Eurasia con la nueva
Ruta marítima de la Seda que conecta
el Mar de China con el Océano Índico,
el Golfo Pérsico, el Mar de Arabia y el
Mediterráneo con sendos brazos hacia
el Pacífico por Oriente y las regiones
costeras con el Índico de África. El
alcance transcontinental de la OBOR
muestra que China, en esta segunda
oleada de su desarrollo hacia el exterior,
pretende influir de manera decisiva
en la distribución del poder mundial
(DOMÍNGUEZ, 2018b, p. 163-164).
12. China jugará un papel muy impor-
tante en el futuro de la integración
latinoamericana, pues por ejemplo
tiene la posibilidad de articularse con
los países de la Alianza del Pacífico
(AP), que, a pesar de responder a los
intereses del Consenso de Washington,
perdieron momentáneamente su rumbo
tras la decisión de Donald Trump de
abandonar el Acuerdo Transpacífico de
Cooperación Económica en enero de
2018. Por su parte, la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC) sigue siendo el canal de
comunicación preferido por el Gobierno
chino que ha intentado con éxito imple-
mentar un modelo de CSS ampliada, es
decir incluyendo comercio e inversión
bosquejado a partir del Documento del
I Foro China-CELAC y el Policy Paper de
China para AL de 2016, así como el plan
de acción presentado en el II Foro Chi-
na-CELAC de 2018 para profundizar la
cooperación económica, la solidaridad
y la complementariedad en beneficio
mutuo. No obstante, la inclinación a
la derecha en la balanza política de
AL en años recientes ha paralizado
los proyectos de integración regional
desarrollados en la década previa. Tal
es el caso de la Unión de Naciones
Suramericanas (UNASUR) convertida en
un “elefante banco” después de que en
2018 fuera abandonada por siete de sus
doce miembros. Es importante señalar,
que ante el actual panorama político
regional, tal como señala Gordon Mace
(2018), la eventual desaparición de la
UNASUR significaría la pérdida de un
foro diplomático necesario, al tiempo
que daría testimonio de una profunda
crisis del regionalismo sudamericano.
Finalmente, en cuanto a la Alianza
Bolivariana de Nuestra América-Tratado
de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP)
se encuentra en el ocaso tras la crisis
de Venezuela, que era el principal país
impulsor de esta iniciativa.
13. La integración es una concepción
estricta y se concibe como un proceso
gradual de acercamiento multidimen-
sional e interdependencia económica
entre países con proyectos nacionales
compatibles de desarrollo, para alcanzar
objetivos comunes, en condiciones
de ventajas mutuas, mediante la con-
certación y la convergencia paulatina,
sobre base de principios solidarios de
cooperación (ÁLVAREZ, 2012, p. 180).
comerciales y la búsqueda de una nueva forma de nanciamiento. Ante
tal escenario, tal como señala Domínguez (2018a, p. 60), China está a pun-
to de terminar el diseño de un nuevo régimen de Cooperación Sur-Sur
(CSS) como parte de los andamiajes del potencial sistema interestatal que
fomenta. Esto impliacaría un liderazgo chino a través del gran salto rea-
lizado por este país en términos de potencia y credibilidad estratégica in-
ternacional, o, dicho de otro modo, gracias a su irresistible resurgimiento
(frente a la imparable pérdida de peso económico y autoridad política de
EE UU). Y, AL acapararía en este momento algunas sinergias que la ini-
ciativa china OBOR está impulsando.
La cooperación integral entre China y AL ayudaría a aumentar
su fuerza y su capacidad de desarrollo teniendo como telón de fondo el
profundo ajuste actual del sistema mundial en un momento de poscrisis
nanciera internacional (HAIBIN, 2018, p. 219).
En este sentido, pensar en una posición de AL, es hablar sobre re-
gionalismo y multilateralismo, y el papel que estas visiones tienen para
desarrollarse como actores en el marco de la economía mundial capita-
lista. Partir desde esta posición nos remite a la idea que “las regiones son
socialmente construidas y, por lo tanto, pueden ser políticamente dispu-
tadas” (HURREL, 1995, p. 38). Este pensamiento rearma la posición de
AL como una región construida y también abre el panorama para referir-
se a ella como un territorio en constante disputa.
La zona se ha construido en gran medida por los intereses y la in-
uencia de terceros, como distintas potencias europeas, pero sobre todo
por los EE UU, aunque hoy en día China se presente como otro actor que
busca inuenciar los procesos latinoamericanos a través de la estrategia
del softbalancing
14
y sin enfrentar directamente a su contraparte. Por el
contrario, parece ser que los proyectos latinoamericanos por importan-
tes y autonómicos que suponen haber sido se inscriben en una estrategia
global en la que EE UU y China han aprovechado, y en el que su lugar de
periferia de la economía mundial capitalista no ha sido puesta en discu-
sión, no obstante los renovados procesos democráticos y de cambio en un
marco neoextractivista.
Estas características convierten a la región en un territorio en dis-
puta que se enfrenta a una fragmentación interna entre los diversos Es-
tados que la conforman, al tiempo que se presenta como un espacio cada
vez menos sólido en el exterior, con menor capacidad de negociación in-
ternacional con otros actores como EE UU, la Unión Europea o China
que tienen claros intereses geoestratégicos en la zona.
El ascenso de China en la geopolítica mundial es el resultado de una
estrategia de más de cuarenta años que, con los relativos matices que la
han caracterizado, revela la voluntad de impulsar un cambio en el actual
sistema interestatal. En ese sentido, las relaciones entre China y AL están
enmarcadas: a) en la estrategia global del dragón asiático conocida como
la OBOR b) en el documento político conocido como “Libro Blanco” sobre
América Latina y el Caribe en 2008, que dene la estructura de los objeti-
vos chinos en la región en el contexto de esta globalización proponiéndose
fomentar un comercio equilibrado y el estímulo de inversiones y coopera-
ción en distintos ámbitos bajo los ejes de la política exterior china
15
; c) en
14. El concepto de softbalancing o
“equilibrio suave” parte de la idea que
las instituciones internacionales son
secundarias para la distribución del
poder en el sistema internacional y por
ello no pueden crear serios desafíos
a dicha distribución. Por lo tanto, este
concepto se discute como un método
para superar los problemas de coor-
dinación bajo la anarquía del sistema
internacional, recurriendo a la tesis
institucionalistas en las que los Estados
secundarios pueden usar las institucio-
nes para abordar diversas necesidades:
a veces pueden facilitar la coordinación
con un poder unipolar o en oposición a
él, o bien, como foros para publicitar y
deslegitimar el unilateralismo unipolar.
(FRIEDMAN; LONG, 2015, p. 130)
15. Respeto mutuo por la soberanía y
la integridad territorial, la no agresión
mutua, la no interferencia en los asun-
tos internos de otros países, igualdad y
beneficio mutuo, y la coexistencia pacífi-
ca. Estos principios reflejan plenamente
los propósitos y principios de la Carta
de la ONU y constituyen la base jurídica
para la conformación del nuevo orden
internacional.