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estudos internacionais • Belo Horizonte, ISSN 2317-773X, v. 10, n. 3, (out. 2022), p. 34-52
Aspectos Sistemáticos de una Historia
de los Conceptos de Securitización y
Amenaza para Copenhague, Aberystwyth
y París
SYSTEMATIC ASPECTS OF A HISTORY OF THE CONCEPTS
OF SECURITIZATION AND THREAT TO COPENHAGEN,
ABERYSTWYTH AND PARIS
Ana Villalba-Castro1
Fabrício H. Chagas-Bastos2
DOI: 10.5752/P.2317-773X.2022v10n3p34-52
Recebido em: 05 de maio de 2020
Aprovado em: 27 de fevereiro de 2023
RESUMEN
Los últimos treinta años fueron denitivos para que se cuestionara el concepto
clásico de seguridad. En los 1990, teóricos en Copenhague, Aberystwyth y París
trataron de ampliar el entendimiento sobre qué signica una amenaza, también
sobre cómo se da el proceso de delimitación y denición de lo que se debe pro-
teger en la política internacional —la securitización. En este artículo, con base
en la historia de los conceptos, investigamos la genealogía de los dos conceptos
comunes y centrales a las escuelas europeas de los estudios de seguridad, com-
parando y señalando sus similitudes y contrastes.
Palabras clave: estudios de seguridad, securitización, amenaza, Escuela de
Copenhague, Escuela de Gales, Escuela de París, historia de los conceptos,
conceptos
ABSTRACT
The last thirty years were denitive to question the classic concept of security. In
the 1990s, theorists in Copenhagen, Aberystwyth and Paris tried to broaden their
understanding of what a threat means, as well as how the process of delimitation
and denition of what should be protected in international politics occurs —the
securitisation. In this article, based on the history of concepts, we investigate the
genealogy of the two common concepts central to European schools of security
studies, comparing and pointing out their similarities and contrasts.
Keywords: security studies, securitization, threat, Copenhagen, Aberystwyth,
Paris, history of concepts, concepts
Académicos en Copenhague, Aberystwyth y París, en el curso de la
década de los 1990, trataron de ampliar el entendimiento sobre cómo se
1. Mestre em Ciência Política e Rela-
ções Internacionais, Universidad de los
Andes (Colômbia). E-mail: amvillalba-
castro@gmail.com
2. Doutor em Relações Internacionais,
USP. E-mail: fchagasbastos@ifs.ku.dk
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y Amenaza para Copenhague, Aberystwyth y París
da el proceso de delimitación y denición de lo que se debe proteger —lo
que se conoce por securitización—, y también lo qué signica una amena-
za en la política internacional (BALZACQ, 2011; WÆVER, 1995).
Diversos trabajos han tratado de revisar la literatura explorando las
similitudes y contrastes entre cada una de estas escuelas. McDonald (2008),
por ejemplo, se ha enfocado en las limitaciones de la securitizacn en la
construcción contemponea del concepto de seguridad. Wæver (2012),
por su lado, ha investigado las diferencias formativas entre las escuelas eu-
ropeas y sus contrapartes en los EE. UU. Hay una laguna, entretanto, so-
bre cómo se ha desarrollado en cada una de las tres escuelas el andamiaje
conceptual común que comparten. Más especícamente, ¿cómo dialogan,
se articulan y se diferencian sus conceptos centrales —amenaza y securiti-
zación— para Copenhague, Aberystwyth y París? De modo más amplio,
¿cómo los conceptos de securitización y amenaza organizan el signicado
del conocimiento acumulado en los Estudios de Seguridad?
De modo general, los conceptos pueden verse como puntos focales
para identicar regularidades y diferencias en como comprensiones del
mundo cambian a lo largo del tiempo —o como “hitos en el curso cam-
biante de la evolución del conocimiento” (STEINMETZ & FREEDEN,
2017, p. 2). En este contexto, aunque el estudio de los aspectos políticos
e históricos de los conceptos ha recobrado impulso3 en los últimos años
en las Relaciones Internacionales (BERENSKOETTER, 2016; 2017; ISH-
-SHALOM, 2021), este abordaje ha sido muy tímidamente4 explorado en
los Estudios de Seguridad.
En este artículo, promovemos una investigación sistemática de los
conceptos comunes y centrales —i.e., amenaza y securitización— a Co-
penhague, Aberystwyth y París, comparando y señalando sus similitu-
des y contrastes5 . Para tanto, nos valemos de la metodología de historia
conceptual (Begrisgeschichte) propuesta por Koselleck (2002; 2004) —en
especial la idea de ‘concepto básico’ (véase también IFVERSEN, 2011). En
esta aproximación al estudio de la historia se analiza cómo las relaciones
sociales y el lenguaje crean, modican y eliminan los conceptos. Especí-
camente, el trabajo se concentra en revisar los planteamientos de cada
una de las escuelas explorando cómo se usan los conceptos de amenaza y
securitización, teniendo en cuenta: (i) los actores que denen qué es amena-
za y qué es securitización; (ii) los mecanismos que se usan para securitizar
y para denir la amenaza; así como (iii) cles objetos son vistos como
amenaza (o potencial amenaza) para la securitización.
Nuestra contribución va más allá de entender cómo se han amplia-
do los Estudios de Seguridad o de un estudio comparado de las carac-
terísticas epistemogicas y ontogicas de cada una de ellas frente a los
fenómenos de seguridad. El trabajo es de interés más amplio a la disci-
plina porque al investigar los conceptos-clave de securitización y amenaza
rastreamos las modicaciones que ocurren en los signicados de tales
conceptos, siempre dentro de un contexto social y cultural particular. De
modo breve, mapeamos como Copenhague, Aberystwyth y París han
evolucionado intelectualmente, siempre en un estado de competencia/
colaboración potencial.
3. Aunque con poca atención a las
contribuciones no-Occidentales a la
disciplina (véase CHAGAS-BASTOS,
2023).
4. Los pocos trabajos que analizan el
tema lo hacen desde el concepto de la
seguridad (BALDWIN, 1997; STRITZEL &
VUORI, 2016), o analizan los conceptos
de política que interactúan con la teoría
de la securitización (PRAM GAD &
PETERSEN, 2011).
5. No buscamos en este artículo proveer
una revisión exhaustiva de la literatura
sobre cada una de las tres escuelas,
sino, como dicho arriba, sistemática-
mente analizar dos conceptos-clave en
el andamiaje teórico que comparten.
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Además de esta introducción y de las consideraciones nales, el ar-
tículo se desarrolla en otras cinco partes. En la sección siguiente, presen-
tamos el marco teórico sobre la historia de los conceptos. A continuación,
analizamos la evolución de los conceptos de amenaza y securitización
en cada una de las tres escuelas europeas. Finalmente, examínanos las
similitudes y las diferencias en el tratamiento conceptual entre cada una
de ellas.
La historia de los conceptos
Para poder hacer sentido sobre las experiencias cuotidianas, cada
ser humano lanza mano de conceptos —eso es, los elementos que nos que
permiten integrar, comprender y retener los fenómenos de la realidad.
Koselleck (2004) observa que la experiencia sin conceptos no es posible y
sin la experiencia no hay conceptos. En otras palabras, a partir de expe-
riencias particulares, así como de la repetición de experiencias anteriores,
se constituye la vida, se forman y evolucionan los conceptos. Es premisa
fundamental, por lo tanto, que los conceptos sean entidades dimicas,
con tiempo y espacio denidos, que cambian su signicado de acuerdo
con los diferentes usos de las palabras que los exprimen —y según su es-
ndar social o ámbito temporal (KOSELLECK, 2002; 2004).
En ese sentido, el lenguaje cumple dos funciones. Por un lado, es
receptivo, capaz de registrar lo que sucede fuera de sí mismo (la realidad).
Por otro, cumple una función de activación y de asimilación de todos los
contenidos extra y prelingüísticos que se conocen, experimentan y com-
prenden (GERRING, 2001).
Farr (1989) plantea la aplicacn de los conceptos a la acción política
implica acuerdos entre los actores políticos —i.e., entendimientos colecti-
vos en los cuales se dene cómo aplicar uno o varios conceptos en el mun-
do político. En otras palabras, conceptos (aplicados al mundo social) siem-
pre articulan ‘espacios de experiencia’ y un ‘horizonte de expectativa,
dado que enmarcan y organizan las actividades sociales sobre la contin-
gencia del tiempo. Para que esos entendimientos sean efectivos se deben
tener claro (a) los criterios que denirán la aplicación de los conceptos; (b)
la selectividad y el alcance de los fenómenos que serán interpretados por
dichos conceptos en el escenario político; y (c) las actitudes que expresan
estos conceptos.
Los conceptos, por ende, soportan signicados hisricos especí-
cos. Llevar a cabo una historia de los conceptos (o de sus componentes in-
telectuales) necesariamente implica un proceso de recolección de hechos
e ideas que evidencian el cambio semántico y político de esos conceptos a
lo largo del tiempo. En esa recolección, además, no se puede dejar de lado
que, en muchas ocasiones, la acumulacn semántica, se ve restringida
por limitaciones lingüísticas y por posibilidades políticas (BALL, 1998).
Es cierto que el alcance de una historia de los conceptos es contro-
vertido en su método y alcance —si más o menos amplio. Por un lado, la
corriente alemana liderada por Koselleck, se ha concentrado en el estudio
de los conceptos y en cómo estos cambian sus signicados en sincronía
con las transformaciones que se dan en los distintos contextos sociales y
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y Amenaza para Copenhague, Aberystwyth y París
políticos. Desde una perspectiva diferente, la Escuela de Cambridge en-
foca la identicación de los discursos y las convenciones lingüísticas que,
en un dado periodo histórico, producen ciertos signicados (POCOCK,
1971; SKINNER, 1969). La diferencia entre las dos escuelas se evidencia
en que mientras para la Begrisgeschichte es la retórica el instrumento por
el cual se expresan los cambios temporales en los conceptos, para los de
Cambridge —particularmente para Skinner— el paso del tiempo es el
trasfondo del cambio en la formulación retórica de los conceptos. En otras
palabras, la Begrisgeschichte se concentra en la historia social e intelectual
de los contextos en los cuales los conceptos se desarrollan, mientras que la
Escuela de Cambridge lo hace examinando a sus características lingüísti-
cas y literarias (véase para una revisión detallada PALONEN, 1999; 2003).
El abordaje de la Begrisgeschichte deja claro que los conceptos no
son simplemente palabras, sino que son portadores de consciencia tem-
poral, dado que su nacimiento o sus cambios de signicado se dan en los
momentos históricos críticos. En esa medida su línea de estudio y análisis
presenta como gran fortaleza el permitir que las concurrencias de evolu-
ción y de cambio de los conceptos puedan ser enmarcadas a lo largo de
toda la historia (KOSELLECK, 2002; 2004). El fundamento teórico está el
hecho de que las ideas —en especial las ideas políticas— dan cuenta de
las experiencias de vida, recurriendo al lenguaje social o político, que las
sintetizan en forma de conceptos —o sea, el proceso de génesis concep-
tual. Se presenta entonces una tensión en la relación entre mensaje, reali-
dad y aprehensn mental. Esta tensión se convierte en el impulsor de la
construcción de los cuadros intelectuales interpretativos. En consecuen-
cia, un concepto, genéricamente denominado, está siempre en relación
con aquello que se quiere comprender. La relación entre el concepto y el
contenido que se quiere aprehender expresa la convergencia entre sujeto
y objeto, en la medida en que se vuelve generalizador, más allá de asocia-
ciones o uniones particulares.
Ifversen (2011) anota que algunos conceptos se vuelven tan impor-
tantes que juegan un rol clave en los procesos de cambio y contestación
social —son concepto-clave en el andamiaje de la Begrisgeschichte. Tales
cambios son identicados en como las palabras y sus signicados cam-
bian en el tiempo y espacio, y se mapean por medio de la detección de
redes semánticas en conjuntos de textos especícos.
En los estudios de seguridad, las experiencias que denen las inte-
racciones entre los diferentes actores se enmarcan bajo los conceptos-cla-
ve de securitización y amenaza. De este modo, analizamos a continua-
ción cómo cada una de las escuelas dene y emplea estos dos conceptos
en sus propuestas teóricas.
Copenhague, Aberystwyth y París: Notas sociológicas y fundaciones
intelectuales
Dentro del amplio espectro de enfoques que se puede considerar
como lecturas críticas de la seguridad, la mayoría de las categorizaciones
se han centrado en los tres programas de investigacn —o escuelas
más visibles y en sus guras inuyentes: Copenhague (Barry Buzan y Ole
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Wæver), Aberystwyth (Ken Booth y Richard Wyn Jones), y París (Didier
Bigo y Jef Huysmans).
Las etiquetas geográcas permiten identicar planteamientos teó-
ricos que comparten una misma concepción teórica, y a un grupo de au-
tores que han adoptado de manera común una aproximación determi-
nada para el estudio del campo de la seguridad. Es decir, comparten un
objeto de estudio —la seguridad—, analizado con una visión académica
similar, además de tener en común varias de sus inuencias intelectuales.
En términos de la sociología del conocimiento, Tussie y Chagas-Bastos
(2023, p. 894) observan que “[l]as escuelas dentro de las disciplinas fun-
cionan como capullos: establecen refugios que ofrecen a los académicos
nidos’ intelectuales, institucionales y materiales protectores que les per-
miten nutrir y madurar ideas, marcando líneas diferentes de la disciplina
más amplia, sin separarse o rechazar por completo. la corriente princi-
pal. Katzenstein (2018, p. 377) de manera bien humorada nos ayuda a
ilustrar la importancia de discutir agrupaciones intelectuales dentro de la
disciplina de las RRII: “[porqué] Copenhague en lugar de Dinamarca es
un misterio. Jonathan Kirshner sugiere, medio en broma, una razón lin-
güística: Copenhague es una palabra suave que connota cosmopolitismo,
mientras que Dinamarca tiene una k terminal áspera. Tal vez, Aarhus y
Aalborg también estén excluidas porque un Danish en inglés americano
es algo que se come”.
Las teorías estructuralistas de las RRII y los estudios de la paz6 in-
uenciaron directamente los planteamientos propuestos por los investi-
gadores en Copenhague (WÆVER, 2012). Dentro de esta tradición in-
telectual, se ha evidenciado la necesidad formular nuevas formas de en-
tender la (in)seguridad —que, hasta entonces— tenía al Estado como su
actor central y se denía bajo parámetros militares.
Para los de Aberystwyth (o Gales), el estudio de la seguridad no
solo debería ir más allá del Estado, sino que debe alejarse de elementos
estadocéntricos y militares, volteando su mirada y enfocándose en el ser
humano como el principal actor. Fijarse en las relaciones entre individuos
y no solo entre Estados y entre instituciones, o entre instituciones y Es-
tados debe ser su gran objetivo (BOOTH, 1991; C.A.S.E. COLLECTIVE,
2006). Su entendimiento de qué es y cómo se logra la seguridad toma
varios elementos de la Escuela de Frankfurt, tales como que la razón no
puede concebirse bajo otra forma que no sea crítica, porque de esa mane-
ra puede hacer frente a la manipulación y alienación de actores e ideolo-
gías dominantes.
Mientras Copenhague y Aberystwyth trataron de moverse entre los
niveles estatal y del individuo, los investigadores en París han movido el
nivel de alisis hacia un punto intermedio —pero también radicalmente
diferente frente a las perspectivas tradicionales sobre los estudios de seguri-
dad. Su innovación es el planteamiento de que se han desvanecido los lími-
tes entre seguridad interna y externa y, por ende, su investigacn se enfoca
en los actores y/o agencias que se encargan de la seguridad. De esa manera,
no centran a la seguridad apenas como parte del campo político, sino tam-
bién del campo institucional7 (BIGO, 1996; 2002; HUYSMANS, 2002).
6. Las primeras propuestas se hicieron
desde el Copenhagen Peace Research
Institute (COPRI).
7. Por ejemplo, las agencias que cuando
encargadas de una y otra áreas de la
seguridad buscan nuevos enemigos que
justifiquen su existencia. Asimismo, son
instituciones encargas de la seguridad
que definen qué y a quién se vigila, y
cómo se securitiza.
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y Amenaza para Copenhague, Aberystwyth y París
Bigo y McCluskey (2018) anotan que estas escuelas suelen ser retra-
tadas como rivales —o entes aislados— que persiguen diferentes agendas
de investigacn y discuten sobre qué signica ser ‘crítico’ con respecto
a los estudios de seguridad. Nada poda ser más falso. Las interaccio-
nes duraderas —y hasta mismo amistades entre los académicos presentes
cada una de estas escuelas— muestran que, de hecho, no hay oposición
entre las tres escuelas europeas. Desde un punto de vista de la sociología
del conocimiento, como anota Bourdieu (2004), tales relaciones son perti-
nentes para entender cómo se dan las relaciones de producción de conoci-
miento y como la producción académica se difunde. Evidencia central en
este sentido son los nombres que rman el clásico maniesto del C.A.S.E.
Collective (2006).
Esta confusión —o “truco útil” (BIGO & MCCLUSKEY, 2018)
conlleva formas de esencialismo y culturalismo, que bloquean la com-
prensión de la diferencia entre enfoques teórico-metodológicos y ana-
líticos. Además, los autores consideran que oponer estos programas de
investigacn como un error, dado que precisamente el dlogo entre sus
miembros ha permitido que —aunque usando terminologías diferen-
tes— que más o menos el mismo tipo de razonamiento fuera establecido
como se verá en las próximas secciones.
Amenaza y Securitización como conceptos-clave
Los debates sobre seguridad en las RRII por muchos años se basa-
ron en los planteamientos teóricos de las escuelas realistas y neorrealistas
—y tuvieron su desarrollo mayoritariamente concentrado en los EE. UU.
En estos términos, el actor protagonista de la seguridad era el Estado, y el
eje central de sus alisis e interpretaciones era el concepto de ‘seguridad
nacional’ (véase para una revisión detallada BUZAN & HANSEN, 2009).
Los eventos de alcance global impulsados con el n de la confront-
ación Este-Oeste fueron denitivos para que se comenzara a cuestionar el
concepto de seguridad en su forma original. El avance y la consolidación
de procesos de integración regional, los procesos de descolonización en
África y Asia, la consolidacn de los movimientos sociales y civiles como
actores relevantes en la política internacional, además del surgimiento
de nuevas formas de amenazas transnacionales (como, por ejemplo, el
narcotráco y el cambio climático), entre otros fenómenos evidenciaron
los límites de los abordajes tradicionales a la seguridad —y porqué ésta
debería dejar de ser exclusivamente tratada en términos (y por) militares
(KRAUSE, 1998).
Los problemas y soluciones de la (in)seguridad dejaban de estar ín-
timamente ligados a la supervivencia estatal en un ambiente anárquico.
Eso es, dejan de estar centrados en la defensa de la integridad del Estado,
de cuya supervivencia se garantizaría principalmente por medio del ele-
mento militar y por el empleo de la fuerza (BUZAN & HANSEN, 2009).
La seguridad pasa a ser objeto de competencia entre actores que buscan
controlar su contenido, por lo que, paradójicamente, la única comunali-
dad es que la seguridad es siempre objeto de disputas políticas sobre su sig-
nicado —o más especícamente, su denición negativa, la inseguridad.
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Los estudios críticos de seguridad innovan al remover la dicoto-
mía seguridad-inseguridad de las manos del Estados (y sus instituciones)
que expresa la visión continua de que la seguridad del Estado está en
el centro del debate y que la capacidad militar es el último garante de la
seguridad en un sistema arquico. En particular, Buzan y colegas (1998)
en trabajo seminal plantean que la seguridad responde a una naturaleza
discursiva —es un acto del habla (speech act). Es decir, cuando se designa
algo como riesgoso, el objeto pasa a ser comprendido como una amenaza,
y este se convierte en un problema de seguridad. Este proceso ha sido
nombrado por Wæver (1995) como securitización8 . El mecanismo por el
cual se declara que una amenaza existencial ha aparecido sobre un objeto
que se protege, por lo que para contenerla se requieren medidas excep-
cionales —es decir, una dada situación política ‘riesgosa’ que escapa a la
esfera política normal. El objeto de referencia que se protege no necesa-
riamente es el Estado, sino que puede pertenecer a cualquier otro ámbito
de la vida —el económico, el ambiental, el de la identidad, entre otros—,
y por los cuales las medidas excepcionales ya no solo hacen referencia a la
acción militar (BUZAN et al., 1998; WILLIAMS, 1998).
Bajo este planteamiento teórico que mueve el enfoque del Estado
hacia otros elementos que pueden traer riesgos a la sociedad, las amena-
zas son construcciones dimicas y subjetivas. En este sentido, Sjöstedt
(2008) observa que uno de muchos temas en la agenda política puede re-
cibir repentinamente la máxima prioridad, volviéndose una amenaza. Lo
contrario es igualmente posible, dado que temas que han sido conside-
rados como gravemente amenazantes pueden repentinamente ser mini-
mizados. Una tercera posibilidad es que un tema nunca reciba atención
y sea enmarcado como una amenaza. Por eso las “reivindicaciones de
seguridad” pertenecen al ámbito de la política y la politizacn, no son un
ámbito diferente, más allá de la política normal.
Con una apuesta discursiva caracterizada por los elementos señala-
dos arriba, el proceso de securitización puede alcanzar el éxito en la me-
dida que se da la ya mencionada construcción intersubjetiva de seguri-
dad que no es otra que la creación de valores de seguridad compartidos
dada por medio de la interaccn social— en los que se justican las
políticas de seguridad (MCDONALD, 2008). El discurso, en esa medida,
debe cumplir con varias características para conseguir su objetivo. Como
su n último es lograr que la audiencia coincida con el orador en el en-
tendimiento de que una amenaza es real, y que, por lo tanto, legitime
las acciones que se emprenderán para enfrentarla en última instancia, su
éxito depende de la acción de la audiencia; es esta la que tiene la última
palabra sobre si una amenaza se securitiza o no, al aceptarla como tal
(BALZACQ, 2005; BUZAN et al., 1998).
En suma, los dos conceptos-clave para todas las tres escuelas fun-
cionan de manera articulada: las amenazas son cuestiones construidas
por actores (por ejemplo, el Estado) y aceptadas por otros, por lo que las
agendas de seguridad son el resultado de un proceso intersubjetivo faci-
litado por los actos de habla —la securitización. Es decir, que las cuestio-
nes de (in)seguridad no son resultado de fundamentos objetivos, sino que
se vuelven tales sólo cuando alguien lo etiqueta como tal, y los demás
8. Baele y Thomson (2017) indican que
el término ya era de uso común entre
los constructivistas que trabajaban con
temas de seguridad.
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y Amenaza para Copenhague, Aberystwyth y París
aceptan ese etiquetado. Como observa Herz (2010, p. 603-4) “el proceso
de denición y construcción de las amenazas se convirtió en objeto de
investigacn y surgió una dimensión histórica que contrarrestó la natu-
ralización del sujeto propia de la tradición positivista.
Copenhague
El proceso de securitización propuesto por la Escuela de Copenha-
gue permite establecer la diferencia entre lo qué es o no un problema de
seguridad. Eso es, a la securitización como proceso discursivo, es impres-
cindible que exista una audiencia9 que valide la categorización de la ame-
naza para, de esa manera, sean legitimadas las medidas excepcionales.
Sin esta legitimación es imposible securitizar cualquier amenaza. De este
modo, para poder etiquetar un problema de seguridad como tal este se
debe presentar ante una audiencia, en términos o en lenguaje de seguri-
dad, de modo a enmarcarlo como una amenaza existencial sobre un ob-
jeto referente, y que se es incapaz de tratarlo con los elementos políticos
normales, por lo que requiere medidas extraordinarias.
Asimismo, es fundamental que su construcción retórica y semióti-
ca transmita la prioridad y la necesidad urgente de actuar ante tal amena-
za. Si el actor securitizador logra así el aval de la audiencia10 , para ir más
allá de las reglas y procedimientos establecidos, se puede hablar de un
proceso de securitización exitoso. Por eso, los elementos que caracteri-
zan esa elaboracn del discurso securitizador son denitivos para que se
convierta en un acto del habla efectivo (BUZAN et al., 1998; STRITZEL,
2012; 2014; STRITZEL & CHANG, 2015; WILLIAMS, 2011).
En consecuencia, en el proceso de securitización juega también un
papel importante quién es el actor securitizador y qué posición de auto-
ridad ocupa —toda vez que la relevancia y credibilidad que genere en la
audiencia ya sea por su prestigio o por su conocimiento, le permitin
conseguir el asentimiento de la audiencia (BAELE & THOMSON, 2017).
Por eso, quienes generalmente llevan a cabo este acto discursivo son éli-
tes gobernantes y líderes políticos que están en una clara posición de au-
toridad y pueden generar credibilidad en el público y, al mismo tiempo,
reclamar acciones para contener las amenazas —dado que invocan su co-
nocimiento del contexto en el que se da dicha amenaza y de las formas o
mecanismos con los cuales se les puede hacer frente (BUZAN et al., 1998).
Si el proceso de securitizar implica enmarcar una amenaza como
tal sobre un objeto de referencia, y conseguir la aprobación de una au-
diencia para legitimar el uso de medidas de política excepcional para en-
frentarla, el proceso contrario también es factible. Eso es, una amenaza
también es susceptible de ser desecuritizada (WÆVER, 1995). Los acto-
res securitizadores, a través de un acto discursivo, ya no presentan una
amenaza como la necesidad urgente de medidas excepcionales, sino que
regresan, el tema, al escenario político anterior, y eliminan de su discur-
so el mensaje de riesgo y la urgencia de acciones extraordinarias. En esa
medida, los actores muestran los cambios políticos, las condiciones ma-
teriales y las acciones institucionales que conrmen que el asunto ya no
requiere ser más objeto de la acción securitizadora. En este sentido, lo
9. La audiencia se define como el objeto
a quien se dirige el acto del habla que
nortea la securitización; son aquellos
que deben ser persuadidos y aceptar
el problema como una amenaza de
seguridad.
10. Copenhague entiende que, si la
construcción de la amenaza es verda-
dera o no, es el acto de habla el que
permite al actor de titulización infringir
las reglas y procedimientos sociales
normales y, por lo tanto, facilita que la
audiencia tolere esta intrusión.
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ideal sería desecuritizar el mayor número de asuntos para evitar que las
élites estatales monopolicen y capturen las preocupaciones de seguridad
(HANSEN, 2012).
La securitización (y la desecuritización), como originalmente ela-
borada por la Escuela de Copenhague dene así que es un proceso inter-
subjetivo entre quienes securitizan y las audiencias que lo validan. Coin-
cidir en que hay una amenaza, en denir esa amenaza y en las maneras
cómo debe securitizarse es un proceso social en el que se construyen en-
tendimientos compartidos respecto a la existencia de esa amenaza, por lo
que securitizar es una combinación de lenguaje y sociedad. En este marco
teórico, amenazas no son objetivas o subjetivas —como bajo el concep-
to tradicional de seguridad—, sino que son, a priori, una construcción
ilocucionaria. Como un acto del habla, su denición se da únicamente
desde el lenguaje y responden a nes políticos puntuales que persiguen
los actores que las crean. Todavía, a posteriori, el proceso comienza como
acto de habla y se desarrolla luego como una amenaza real —dejando de
ser apenas un acto discursivo.
Se tiene, al n de la construcción social y lingüística de la Guerra
Fría, un andamiaje teórico en lo cual identicar y enmarcar amenazas
son el resultado de un acto discursivo en el que, si bien el actor que securi-
tiza es clave, el éxito de esa acción depende de la audiencia.
Aberystwyth
La innovación en los Estudios de Seguridad no se quedó todavía
restricta a Dinamarca. Booth (1991), en la Universidad de Aberystwyth,
en el país de Gales, fue uno de los primeros teóricos en explicitar por qué
la seguridad y la emancipación no pueden separarse de la otra. De acuerdo
con su argumento, la seguridad se dene como la ausencia de amenazas,
y solo se alcanza esta situación si el individuo se puede liberar de las limi-
taciones físicas y humanas que le impiden ser libre y desarrollarse como
él ha elegido. En denitiva, sin emancipación no hay seguridad posible y
esa debe ser la primera preocupación de los estudios de seguridad11 .
La securitización es la clave en el proceso de generar la noción se-
guridad para Copenhague y, por lo tanto, reviste a esta de un carácter ne-
gativo en la medida en que la necesidad de securitizar muestra el fracaso
de la política convencional al lidiar con los riesgos que se presentan a la
sociedad, y exige medidas excepcionales para enfrentar supuestas ame-
nazas. En contraposición, para los representantes de la Escuela de Gales,
el concepto de seguridad está revestido de una concepción positiva, en la
medida en que la eliminación de las amenazas, a través de la emancipa-
ción, es la que permite gozar de esa seguridad. En consecuencia, arman
que más que securitizar, lo que se debe hacer es politizar la seguridad
(ALKER, 2005; BOOTH, 2007; WYN JONES, 1999).
De esa manera es que se lleva al campo político una amenaza, y
como esta se visibiliza como real, y se exige (y se consigue) una acción
que la contenga y elimine. Además, el politizar admite cuestionar las vi-
siones exclusivamente estatistas y militaristas, y considerar otros objetos
referentes —por encima y por debajo del Estado. Esa politización ha per-
11. En este sentido, sería primordial
defender las libertades básicas que
plantea el liberalismo, pero para
hacerlo se debe comenzar desde la
libertad interior y esa solo se consigue
liberándose del control que empieza a
tener sobre los individuos la cultura de
masas (HORKHEIMER, 1937; 1942). Se
hace necesario, por lo tanto, que el ser
humano rompa las relaciones sociales,
económicas y políticas inhumanas que
se imponen en el mundo por medio de la
rápida expansión del sistema capitalista
y de los medios de comunicación de
masas que los convierten en seres
alienados; el único medio para romper
ese sometimiento es la razón crítica.
Habermas (1987a; 1987b; 1991) insiste
en que la teoría crítica debe tener como
fin principal transformar esa realidad
social, a través de la emancipación. Esta
debe ser entendida, no como la revoluci-
ón de Marx, sino como el mantenimien-
to y preservación de la autonomía del
individuo —es decir, la razón crítica le
permite al ser humano liberarse de todo
eso que lo aliena. En otras palabras,
la emancipación debería convertirse
en la primera preocupación, toda vez
que la seguridad debe concentrarse en
eliminar todas las barreras que existen
entre el individuo y sus libertades.
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Ana Villalba-Castro, Fabrício H. Chagas-Bastos Aspectos Sistemácos de una Historia de los Conceptos de Securización
y Amenaza para Copenhague, Aberystwyth y París
mitido darle a la seguridad una concepción global, con prácticas locales,
por lo que el dlogo y el debate se han convertido en elementos deniti-
vos en la construcción de estrategias para enfrentar las amenazas. Bilgin
(2017) argumenta que es esa politización de la seguridad lo que permite
visibilizar esas amenazas que por mucho tiempo no han sido escuchadas,
y que, por lo tanto, no le han permitido tener voz a los individuos direc-
tamente afectados por ellas. Consiguen así convertirse en una preocupa-
ción pública real, por lo que la consecución de estrategias para contener-
las o eliminarlas se hace más probable.
Wyn Jones (1995) argumenta que lo que debe estar en el centro
del campo de estudio de la seguridad son las experiencias de los seres
humanos y de las comunidades, a quienes el orden mundial les genera
todo tipo de inseguridades y que están lejos de las preocupaciones tra-
dicionales estatales (e.g., la guerra). De hecho, una amenaza será todo lo
que se interpone entre el ser humano y su libertad. Bajo estos plantea-
mientos el campo de la seguridad se ha vuelto mucho más inclusivo y ha
permitido visibilizar amenazas que el concepto tradicional ha pasado por
alto al reducirlo a la relacn Estado-poder-seguridad, y que abarcan un
amplio espectro, como la violación de los derechos humanos, la pobreza,
la exclusión y la opresión de las minorías, la violencia contra las mujeres,
los problemas ambientales, las desigualdades económicas, la inseguridad
alimentaria, hasta la discriminación.
Aberystwyth presenta una propuesta teórica centrada en el indivi-
duo y dene el proceso de securitización con base en amenazas reales que
obstaculizan el verdadero desarrollo del ser humano. Una postura que, si
por un lado se nutre del andamiaje propuesto por Copenhague, por otro,
se aleja de su noción de acto discursivo.
París
Los teóricos de la Escuela de París no han sido ajenos a la amplia-
ción del concepto de seguridad y lo han hecho no solo resaltando ese
paulatino desvanecimiento entre los límites de la seguridad externa y la
seguridad interna, sino que han tomado en cuenta la sinergia entre los
actores del ámbito público y el ámbito privado (BIGO, 1996).
De esta manera, los investigadores vinculados a la Escuela de París
abordan el estudio de la (in)seguridad a partir del tema de las migraciones,
el terrorismo, las drogas ilícitas, el crimen organizado, debido a que son las
actividades a las que las agencias de seguridad más dirigen sus estrategias
de securitizacn. Las migraciones, por ejemplo, regularmente son presen-
tadas como una población con mayor probabilidad de cometer un delito, re-
presentar un problema de salud pública, poner en riesgo la estabilidad de la
mano de obra local y de alterar el orden público (HUYSMANS, 2000a). Es-
pecícamente, se han concentrado en estudiar las prácticas de las autorida-
des y de las agencias encargadas de llevar a cabo las tareas de seguridad. Así,
plantean que, con los cambios geopolíticos resultantes del n de la Guerra
Fría, tales como la creación y denición de nuevos espacios comunes —
como la Unión Europea—, las agencias encargadas de una y otra seguridad
buscan nuevos enemigos que justiquen su existencia (BIGO, 1996).
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estudos internacionais • Belo Horizonte, ISSN 2317-773X, v. 10, n. 3, (out. 2022), p. 34-52
Como consecuencia de esa fusión entre seguridad externa e inter-
na ahora quienes cumplen la tarea de securitizar las amenazas, no son
el Estado o las élites de gobierno, como lo propone la Escuela de Cope-
nhague, tampoco es el individuo o los grupos sociales, como lo dene la
Escuela de Aberystwyth, sino que son las agencias de seguridad naciona-
les y regionales (BIGO, 2006; BIGO & TSOUKALA, 2008; HUYSMANS,
2000b; 2006).
Se asume que la guerra interestatal es menos probable, y que la
atención de las agencias estatales e inter-estatales ahora debe concentrar-
se en la actividad criminal. Estas agencias, que durante el mundo bipolar
tenían un protagonismo limitado, opacadas por las fuerzas militares —
como garantes de la seguridad estatal—, en la actualidad y ante la multi-
plicidad de amenazas y de objetos de referencia que se han incluido en el
campo de la seguridad, son las que parecen tener la capacidad de contener
y hacer frente a esas amenazas. Y esa capacidad se explica, precisamente,
por los distintos tipos de agencias existentes: de migraciones, agencias
aduaneras, agencias de protección y control fronterizo, agencias de mo-
nitoreo del intercambio comercial, entre otras. Con este n, dichas agen-
cias construyen la imagen de un enemigo interior, deniendo un perl
que generalmente reúne las características de grupos de ciudadanos ex-
tranjeros. Esto, de inmediato crea una diferenciación social y justica la
construcción y ampliación de espacios de vigilancia de Estados y perso-
nas consideradas como un peligro y una amenaza a la seguridad nacional
y al orden público (BIGO & TSOUKALA, 2008).
Para desarrollar sus planteamientos, los estudiosos de Pas toman
principalmente de Foucault (1975) el concepto de disciplinaentendida
como una forma de dominación—, que fabrica cuerpos dóciles y al mis-
mo tiempo, útiles. La disciplina es, entonces, un castigo silencioso, que
domestica los cuerpos, en un contexto de crecimiento demogco y de
crecimiento económico. Esto se hace a través de las normas y reglas que
se establecen en instituciones, como las escuelas o en el campo militar,
entre otros, que permiten controlar y corregir esos cuerpos. Y, de acuerdo
con la Escuela de París, en ese control y disciplina es que se soporta toda
la operacn securitizadora de las agencias de seguridad.
La denición de las amenazas y del proceso de securitización para
la Escuela de París, por lo tanto, debe tener en cuenta tres elementos. El
primero de ellos es la conguración del contexto en el que se presenta la
amenaza. El segundo, cuál es la naturaleza del problema y, por último,
las luchas de poder que se registran entre unos y otros profesionales y
agencias de seguridad. Así, las amenazas se denen y se securitizan con
una vigilancia extrema que afecta directamente la vida cotidiana de los
ciudadanos, especialmente de aquellos que están bajo sospecha. Esa vigi-
lancia se da a gran escala, es decir, no solo es masiva, sino que también
se supervisa y se controla todo tipo de movimientos, de comunicaciones
y de datos.
Por esta razón, también se caracteriza por ser un proceso de co-vi-
gilancia entre actores privados y públicos, porque si bien quienes llevan
a cabo las operaciones son las agencias de seguridad de los Estados o de
los organismos regionales, el soporte tecnogico y de almacenamiento
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y Amenaza para Copenhague, Aberystwyth y París
de la información está a cargo de empresas del sector privado. El uso de
aparatos de última tecnología, como circuitos cerrados de televisión, es-
neres, huellas dactilares, seguimiento computarizado de entradas y sa-
lidas, así como de los movimientos de cada individuo, vigilancia satelital,
almacenamiento de datos e identicadores biométricos, es el eje central
del proceso de securitización que llevan a cabo estos agentes —que inclu-
so les permite crear redes transnacionales de cooperacn (BIGO 2006;
HUYSMANS 2000a; 2000b). En ese contexto transnacional, los servicios
de inteligencia comparten gran cantidad de información, sobre los indivi-
duos vigilados, que está dirigida directamente a la libertad de movimien-
to, de capitales y de comunicaciones, lo que crea una política de paranoia,
que los profesionales de seguridad muestran como una fuerte amenaza
para la preservación de los regímenes democráticos (BIGO, 2006).
Similitudes y contrastes
En una disciplina marcada por disputas teóricas casi tribales como
son las RRII, llama la atención que las diferencias entre cómo cada una de
estas tres escuelas opera conceptos centrales sea tratada de modo natural
por la literatura.
En palabras de Koselleck (2002; 2004) es imposible concebir una
historia de los conceptos sin tener como premisa teórica la separación
analítica entre Sprachaussage (acto del habla) y Sachanalys (alisis de los
hechos). Esa separación es determinante para la precisión analítica entre
cada armación lingüística —presente en todas las formas textuales— y
la historia concreta que, obligatoriamente, debe ser realidad investida de
rigurosidad. Es necesario, por lo tanto, explorar los marcos de experien-
cia que se maniestan en cada concepto y que, por ende, se transeren al
vocabulario político —dado que no es suciente apenas identicar cn-
do se crean o se redenen los signicados de los conceptos en el lenguaje
ordinario12 .
Lo anterior es relevante si retomamos como premisa central el he-
cho de que ningún concepto existe en el vacío — por el contrario, todos se
caracterizan por una fuente que los nutre, los moldea y los hace avanzar
en el tiempo. En ese sentido, los conceptos, así como las teorías, siempre
son operados por actores interesados. Además, uno comprende las partes
y el todo menos como fruto de sus elecciones, y más como elemento ad-
quirido por medio de la socialización (COX, 1981; 1996). La expresión de
los conceptos, por lo tanto, se apoya en condiciones objetivas y subjetivas;
y los actores manipulando el signicado conceptual son los responsables
sobre lo que se debe excluir o incluir, por lo que el lector no puede eludir
la dirección particular a la que está siendo llevado (CHAGAS-BASTOS,
2018; CHAGAS-BASTOS & BURGES, 2019).
De modo más directo, el análisis conceptual es fundamental en la
medida en que condensa el signicado un concepto — y en particular, un
concepto-clave — para el establecimiento de un objetivo cientíco singu-
lar en aras de todos los proyectos de investigación futuros. El supuesto
de partida del alisis conceptual es que el signicado de la noción que
se examina es más o menos familiar, pero también que por lo general no
12. Véase también Gerring y Barresi
(2003).
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se expresa de manera explícita — eso es, hacerlo explícito eliminando sus
ambigüedades e inconsistencias en sus diferentes usos.
Históricamente, la ampliación del concepto de seguridad ha im-
plicado la redenición de objetos referentes y fuentes de amenazas. Los
procesos económicos, ecológicos, sociales y culturales pasaron a ser en-
tendidos como capaces de producir amenazas. En contraste con un en-
foque anterior únicamente en las amenazas al Estado, las amenazas que
enfrentan los individuos, los grupos de identidad, las regiones, el ecosis-
tema global, las civilizaciones y otras entidades pueden tenerse en cuenta
— e.g., se han introducido en el debate político y académico los conceptos
de seguridad social y seguridad humana.
Bajo estos parámetros, Copenhague se centra en la naturaleza pro-
blemática del uso político de seguridad, Aberystwyth se preocupa en
gran medida por trascender la característica del estadocentrismo de los
estudios de seguridad convencionales con miras a priorizar la seguridad
de las personas y su emancipación de la miseria, la necesidad y la opre-
sión, mientras que Pas se enfoca sobre el rastreo de las diversas prácticas
de seguridad.
Las tres escuelas coinciden en que el Estado no es el único objeto
referente sobre el que recaen las amenazas de seguridad, ni es el único
que decide las acciones para enfrentar esas amenazas. Para Copenhague
el Estado sigue teniendo una relevancia importante frente a otros actores
securitizadores, dada su posición y credibilidad frente a una audiencia.
Así, si bien el Estado conserva su posición dominante, incluye a la socie-
dad como un nuevo actor que participa en el proceso de securitización,
legitimando o rechazando la acción securitizadora, con la que se intenta
enfrentar y desparecer la amenaza. En contraposición, Aberystwyth le
quita ese mayor protagonismo al Estado y considera como los actores
securitizadores más relevantes al individuo y a las organizaciones civiles,
porque son quienes realmente llevan a cabo los procesos de securitiza-
ción contra lo que amenaza su supervivencia y bienestar. París, por su
parte, también se aleja del protagonismo del Estado y ubica como actor
principal en el proceso de securitización a los profesionales y las agencias
de seguridad, que son quienes tienen el conocimiento y la experticia en
saber lo que es una amenaza y cómo hacerle frente.
En cuanto a cómo dene cada una lo qué es una amenaza y cl es
el proceso de securitización para contenerla o enfrentarla, Copenhague
plantea que las amenazas no necesariamente deben ser reales —objetivas
o subjetivas— sino que son una construcción discursiva. Esas amenazas
son construidas por el actor securitizador, de acuerdo con sus nes polí-
ticos precisos. Aunque comparta con la Escuela de Copenhague la idea
de que la seguridad se extiende más allá del Estado como su eje y actor
central, y al elemento militar, como el único tipo de seguridad, los teó-
ricos de Aberystwyth no denen a la seguridad como un elemento de
naturaleza discursiva que crea las amenazas.
En esa medida, las amenazas no son un acto discursivo, sino reales
y las dene el individuo de acuerdo con lo que afecta su desarrollo —por
ejemplo, el hambre, la desigualdad, la discriminación, la injusticia etc.
Finalmente, la Escuela de París le da el protagonismo a las agencias y
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Ana Villalba-Castro, Fabrício H. Chagas-Bastos Aspectos Sistemácos de una Historia de los Conceptos de Securización
y Amenaza para Copenhague, Aberystwyth y París
profesionales de seguridad como los actores que denen las amenazas.
Esa denición la hacen creando un enemigo común, que generalmente
es el ciudadano o grupo de ciudadanos que no se comportan socialmente
de manera convencional —lo que pone en riesgo el orden social. Por lo
tanto, la manera de securitizar se por medio de la vigilancia y control ex-
tremos, donde los medios tecnológicos son denitivos para llevar a cabo
esas tareas.
Para los teóricos de Copenhague el proceso de declarar una amena-
za y de securitizarla es un ejercicio discursivo, a cargo de un actor —ge-
neralmente las élites gobernantes—, que evidencia esa amenaza ante una
audiencia, cuya aceptación de ese discurso es la que dene el éxito o el
fracaso de la acción securitizadora. Por su parte, aquellos de Aberystwyth
trasladan al individuo el acto securitizador y este pasa a ser sinónimo de
emancipación: si el ser humano supera los obstáculos que lo separan de
su libertad y de lo que quiere ser, está seguro.
El andamiaje teórico propuesto por los estudios críticos entiende
la seguridad como la identicacn de amenazas reales13 , ya no como una
acción especíca y exclusiva del Estado, sino que le da agencia al indivi-
duo. Por el contrario, para Aberystwyth, al considerar que las acciones
de securitizacn son parte del proceso de emancipacn, en el que el ser
humano debe eliminar las barreras que no le permiten su desarrollo y
bienestar, las amenazas son reales y se presentan en distintos ámbitos de
la vida que ponen en peligro la integridad del ser humano —las amena-
zas no son una simple práctica discursiva; son eventos reales que ponen
en riesgo directamente la integridad del ser humano, y este las identica
como tal porque le generan inestabilidad, inseguridad y poca o ninguna
prosperidad. Por lo tanto, no es posible que sea el Estado el actor que
decide cles son y cómo se securitizan las amenazas, porque son preci-
samente esos Estados, con sus estructuras neoliberales, los que generan
estructuras económicas y sociales desiguales. Es decir, eliminar esas de-
sigualdades o asimetas no hace parte de su proceso de securitización
porque iría en contra de sus propios intereses políticos o económicos. Es
el individuo, entonces, el actor que identica y dene las amenazas, así
como el que plantea y exige cómo securitizarlas y superarlas. Por eso, la
manera ideal de securitizar una amenaza es el desarrollo de posiciones
contra hegemónicas que deben ser el n principal de las luchas emancipa-
doras que emprenden los movimientos sociales. Por esa razón, tampoco
el Estado es quien dene la amenaza, sino que es el individuo quien iden-
tica las identica y es quien emprende el proceso de emancipación para
liberarse de esos obstáculos. En consecuencia, la acción civil de exigir
y presionar por igualdad, justicia, inclusn, etc., es determinante para
alcanzar esa seguridad. Y la movilización social es la mejor manera de
expresar y presionar esas exigencias.
París, por su parte, plantea que las amenazas son todo aquello que
las agencias y profesionales de seguridad identican como acciones que
pueden poner en riesgo la estabilidad, y que generalmente se enmarcan
en el escenario que conecta las migraciones, el terrorismo y las redes or-
ganizadas del crimen, por lo que los actores securitizadores hacen gran
énfasis en la vigilancia constante e invasiva, con un amplio componen-
13. Para Copenhague la construcción de
la amenaza es un producto del discurso,
mientras que para Gales debe ser con-
creta (real). Señalamos que, en diversos
autores de la escuela de Copenhague,
por veces, una amenaza discursiva
es una amenaza real. Asimismo, para
algunos autores en Gales, una amenaza
real necesita del reconocimiento de una
audiencia — lo que abre espacio para
discusiones sobre ideología y sus fun-
ciones en los procesos de securitización.
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te tecnológico, para combatir todas estas amenazas que generan miedo,
cuando realmente su accionar es el que incrementa el miedo y la zozo-
bra entre los ciudadanos, por la constante vigilancia. Los teóricos de Pa-
rís arman que la seguridad se garantiza controlando el movimiento de
los individuos, más allá de los parámetros convencionales, y vigilando a
quienes su identidad o comportamiento no está acorde con la imagen o
el imaginario social convencional a priori, y que están etiquetadas como
un riesgo.
De este modo, Copenhague y París presentan una disertacn ne-
gativa del concepto de seguridad, al entenderlo como el fracaso de la po-
lítica normal para tratar las amenazas, que exige medidas excepcionales
y/o vigilancia extrema y continúa —dado que no hay otra manera de
neutralizarlas. Por su lado, Aberystwyth plantea una concepcn positiva
en la medida en que eliminar esas amenazas es lo que permite la verdade-
ra emancipacn del ser humano. Si estas posiciones teóricas bien tienen
marcadas diferencias, también muestran algunos rasgos complementa-
rios. En el caso de Copenhague y París parece existir la mayor anidad
entre sus planteamientos, en la medida en que las agencias de seguridad
dependen en gran medida de los lineamientos de las élites gobernantes,
y en ese sentido, el interés de las amenazas que les interesa securitizar y
la manera en cómo lo harían pueden coincidir. Los planteamientos de
Gales, por su parte, parecen estar más alejados en ese juego de intereses,
no obstante, si las amenazas que los individuos securitizan coinciden con
las que les interesa a las élites gobernantes y/o a las agencias de seguridad,
entonces el proceso de securitización podría acortar su distancia entre los
actores que lo llevan a cabo (véase para una revisión detallada Gomes,
2017).
El concepto de disciplina es complementado con el de vigilancia,
que en su denición apunta más a lo que el individuo es, que a lo que
hace (FOUCAULT, 1975). Este planteamiento incluye un elemento de pre-
vención, que facilita el actuar y corregir antes de que los individuos se
conviertan en infractores. Para ello es fundamental que esa vigilancia sea
continua; se haga de manera personalizada; incluya un sistema de casti-
gos y recompensas. Esa vigilancia es ejercida por un agente —que ejerce
un control sobre las acciones y movimientos individuales de la población,
castigando y reprimiendo’ (FOUCAULT, 1975).
La Escuela de Pas también ha tomado conceptos del sociólogo
Pierre Bourdieu para construir sus planteamientos teóricos. Uno de ellos
tiene que ver con el de espacio social, el cual dene como aquel espacio
que determina las propiedades de individuos o un grupo de individuos en
un momento especíco. Es allí, en ese espacio, en el que se pueden hacer
comparaciones y diferenciaciones entre estos individuos, de acuerdo con
dos elementos fundamentales: el capital económico y el capital cultural.
Es decir, los individuos con mayor acumulación de capital económico y
cultural estan más cerca entre ellos y más alejados de quienes tienen
una menor acumulación de capital (BOURDIEU, 1997). Así se crea una
diferenciación entre un ‘nosotros’ y un ‘ellos’ o los ‘otros’.
De esta manera, estos actores securitizan las amenazas con tecno-
logía y conectan la vigilancia a gran escala con la política paranoica, que
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y Amenaza para Copenhague, Aberystwyth y París
se justica como una respuesta necesaria ante eventos catastróco, como
los ataques terroristas, ataques con armas de destruccn masiva, ciber-
terrorismo, entre otros (BIGO, 2013). En esa línea y al ser las agencias de
seguridad las que se encargan del proceso de securitizacn, el tema de la
seguridad se mueve del campo político al institucional.
Bajo este planteamiento la Escuela de París sostiene que la seguri-
dad no es tanto una respuesta a las amenazas, sino que es un aumento en
el sentimiento de no aceptacn del otro. De modo sencillo: la seguridad
es producto del miedo. Una posición que marca el contraste con Cope-
nhague y con Aberystwyth.
En consecuencia, lo anterior, París enmarca el binomio seguridad-
-inseguridad desde una construcción política. París no concibe la seguri-
dad como una realidad objetiva —o hasta mismo despolitizada—, pero
tampoco como un hecho social que se ubica más allá o hasta en oposicn
a la política (como deenden los de Copenhague), o cómo un elemento
emancipador (como para los de Gales). Delkáder-Palacios (2020, p. 150)
anota que “esta es la principal diferencia epistemológica respecto de las
otras escuelas mencionadas, ya que es la única que niega abiertamente
una denición jada y esencial (no construida) de la (in)seguridad, por
su concepción como fenómeno político inseparable de las relaciones de
poder”. También, que para París “la seguridad no depende únicamente
de la acción decisiva, excepcional y discursiva de un actor securitizador,
como se sostiene desde la Escuela de Copenhague, sino también de las ca-
racterísticas del campo transnacional de la (in)seguridad” (DELKÁDER-
-PALACIOS, 2020, p. 150).
Conclusión
En este artículo analizamos sistemáticamente los aspectos de lo
que se puede llamar una historia de los conceptos-clase de amenaza y se-
curitización para las escuelas de Copenhague, Aberystwyth y París.s
específicamente, mostramos cómo ambos conceptos han evolucionado
y se han relacionado a lo largo del tiempo y espacio.
Críticos pueden señalar como la principal limitacn de nuestro
trabajo que este es un ejercicio que no resulta muy original, dado que
recoge y presenta cuestiones ya conocidas y estudiadas. Como se ha dem-
ostrado, la originalidad de nuestro estudio está en plantear la discusión
sobre los estudios críticos de seguridad desde sus raíces conceptuales, un
tipo de contribución poco común a la disciplina de RRII. Utilizar la histo-
ria de los conceptos proporciona una mejor comprensión de los elemen-
tos epistemológicos, sociales, e intelectuales que forman los fenómenos
políticos involucrados en lo que se entiende y dene como ‘seguridad.
Metodológicamente, nuestra contribución separa explícitamente lo que
es la reconstrucción histórica ambos los conceptos-clave de lo que son
las críticas dirigidas a los abordajes propuestos por las escuelas de Co-
penhague, Aberystwyth y París. En este sentido, un próximo paso en las
investigaciones de una historia conceptual de los Estudios de Seguridad
sería analizar la evolución de los conceptos que estructuran la teoría de
seguridad a la luz de sus críticos.
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estudos internacionais • Belo Horizonte, ISSN 2317-773X, v. 10, n. 3, (out. 2022), p. 34-52
Sabemos que nombrar lo que representa la seguridad —y sus prob-
lemas correlacionados— es un acto político. Por ende, como piezas fun-
damentales de lo que representa ‘estar seguro, los conceptos de securi-
tización y amenaza son parte del intento continuo de reconstruir los ob-
jetos y sujetos de la realidad, cómo estos son percibidos, y de orientar el
comportamiento de los actores políticos.
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