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Maximiliano Vila Seoane A ciberhegemonia dos EUA na OEA
A ciberhegemonia dos EUA na OEA
The US cyberhegemony in the OAS
La ciberhegemonía de EEUU en la OEA
Maximiliano Vila Seoane1
DOI: 10.5752/P.2317-773X.2022v10n4p91-112.
Data de submissão: 23/07/2021
Data de aprovação: 30/05/2023
RESUMO
O artigo propõe o conceito de ciberhegemonia como alternativa ao conceito
de ciberpoder. A partir dele, são examinadas as atividades de cibersegurança da
Organização dos Estados Americanos (OEA). A julgar pela análise de material
primário e secundário, destaca-se que a OEA se estabeleceu como o principal
espaço de cooperação em temas de cibersegurança em nível intergovernamental
nas Américas, por meio de um conjunto de atividades de assessoria, capacitação
e intercâmbio de informações. No entanto, observa-se também que a coopera-
ção tem efeitos adversos para os países latino-americanos. Em primeiro lugar,
a OEA reproduz e legitima as ideias para o ciberespaço das forças sociais dos
EUA e seus estados aliados. Em segundo lugar, a OEA promove os interesses das
empresas de cibersegurança dos Estados Unidos em detrimento das empresas de
outros países. Finalmente, a OEA diculta o questionamento dos ciberataques e
da ciberespionagem dos EUA. Consequentemente, conclui-se que a OEA repro-
duz a ciberhegemonia dos EUA nas Américas.
Palavras-chave: cíbersegurança; ciberhegemonia; ciberpoder; EUA; OEA.
ABSTRACT
This article proposes the concept of cyberhegemony as an alternative to the
concept of cyberpower. Based on it, the article examines the cybersecurity activ-
ities of the Organization of American States (OAS). Judging by the analysis of
primary and secondary sources, it stands out that the OAS has become the main
space for cooperation on cybersecurity issues at the intergovernmental level
in the Americas, through a set of advisory, training and information exchange
activities. However, the article also highlights that these cooperation relations
have adverse eects for Latin American countries. First, the OAS reproduces and
legitimizes the ideas for cyberspace of the social forces of the US and its allied
states. Second, the OAS promotes the interests of US cybersecurity companies
over those of companies from other countries. Finally, the OAS hinders chal-
lenges to the cyberattacks and cyberespionage activities of the US. Consequent-
ly, the article concludes that the OAS reproduces the US cyber hegemony in the
Americas.
Keywords: cybersecurity; cyberhegemony; cyberpower; US; OAS.
1. Profesor en la Escuela de Política y
Gobierno de la Universidad Nacional de
San Martín (UNSAM). Investigador del
CONICET. Dr. Phil. por la Universidad de
Bremen. E-mail: mvila@unsam.edu.ar
ORCID: 0000-0002-0134-7714
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RESUMEN
El artículo propone al concepto de ciberhegemonía como una alternativa al
concepto de ciberpoder. A partir del mismo, se examinan las actividades de
ciberseguridad de la Organización de Estados Americanos (OEA). A juzgar por
el análisis de material primario y secundario, se destaca que la OEA se esta-
bleció como el principal espacio de cooperación en temas de ciberseguridad a
nivel intergubernamental en las Américas, mediante un conjunto de actividades
de asesoramiento, capacitación e intercambio de información. Sin embargo,
también se observa que la cooperación tiene efectos adversos para los países de
América Latina. Primero, la OEA reproduce y legitima las ideas para el ciberes-
pacio de las fuerzas sociales de EEUU y de sus Estados aliados. Segundo, la OEA
fomenta los intereses de las empresas de ciberseguridad de EEUU sobre los de
empresas de otros países. Por último, la OEA obstaculiza el cuestionamiento a
los ciberataques y al ciberespionaje de EEUU. Consecuentemente, se concluye
que la OEA reproduce la ciberhegemonía estadounidense en las Américas.
Palabras clave: ciberseguridad; ciberhegemonía; ciberpoder; EEUU; OEA.
INTRODUCCIÓN
El avance del proceso de digitalización en nuestras sociedades está
multiplicando las amenazas en el ciberespacio. Diariamente nos informa-
mos de nuevos ciberataques, de maliciosas prácticas de cibercrimen, y de
preocupantes aumentos de la cibervigilancia, entre otros nuevos desafíos
que ilustran los aspectos más problemáticos de la digitalizacn. Desde
la perspectiva de la seguridad internacional, desde los 90s existe una co-
rriente de analistas y pensadores que auguran una inminente ciberguerra
a causa de estas nuevas vulnerabilidades (Arquilla; Ronfeldt, 1993; Stone,
2013; Kaplan, 2016). Por el contrario, los críticos a estas posturas belicosas
sospechan que la exageración sobre tales potenciales amenazas tal vez se
deba al objetivo de asegurar presupuestos para áreas estatales y empresas
de ciberseguridad2 (Rid, 2012; Valeriano; Maness, 2014; Dunn; Tikk; Ker-
ttunen, 2020). Estos autores, más anes a las corrientes liberales y cons-
tructivistas de las Relaciones Internacionales, coinciden en señalar que
los desafíos de la ciberseguridad no pueden ser enfrentados únicamente
desde un abordaje nacionalista y militar, en parte, por las características
transnacionales del ciberespacio. Por el contrario, rescatan el imperativo
de extender las tradicionales prácticas diplomáticas a los debates en torno
a la gobernanza del ciberespacio.
En este sentido, y en línea con el consenso en la literatura so-
bre la importancia de los regionalismos en la gobernanza de temas
de seguridad internacional (Kacowicz; Press-Barnathan, 2016), varios
organismos regionales, como la OTAN o la ASEAN, han incorporado
a la ciberseguridad como un tema prioritario en sus agendas. Nuestro
vecindario no ha estado ajeno a estas tendencias. En 2004, la Orga-
nización de Estados Americanos (OEA) fue pionera en establecer una
estrategia de ciberseguridad a nivel regional (OEA, 2004). Más recien-
temente, otras iniciativas regionales, como la UNASUR y la CELAC,
incorporaron a la ciberseguridad como un tema de sus agendas, pero
ninguna de ellas la impulsó tanto como la OEA. A pesar de esto, sólo
2. Es importante notar que la cibersegu-
ridad es un concepto en disputa, que en
su faceta inter- y transnacional abarca
una agenda dinámica de temas de
gobernanza (KERTTUNEN; TIKK, 2020),
que exceden una definición meramente
técnica.
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un par de estudios realizaron una mención breve y supercial sobre la
ciberseguridad en la OEA (Sancho, 2017; Castro; Moneteverde, 2018).
Ante este vacío de conocimiento, el objetivo de este artículo es exami-
nar las actividades de ciberseguridad de la OEA por intermedio del es-
tudio de los actores que impulsaron el tema en su agenda, sus cambios
a lo largo del tiempo, y los aspectos problemáticos de la iniciativa para
los Estados miembro. El artículo está basado en el alisis de material
primario y secundario de las actividades del programa de cibersegu-
ridad de la OEA entre 2004-2020, recolectadas tanto de fuentes online
como de la observación participante del autor en eventos de cibersegu-
ridad organizados por la OEA.
En el artículo se sostiene que la OEA reproduce la ciberhegemonía
de EEUU en las Américas. En efecto, el análisis muestra que la OEA se ha
establecido como el principal espacio de cooperación regional en temas
de ciberseguridad a nivel intergubernamental mediante un conjunto de
actividades de asesoramiento, capacitación e intercambio de información
entre sus Estados miembro. Sin embargo, el material empírico también
indica que la cooperación, aparentemente benévola y consensual, tiene al
menos tres efectos adversos para los países de América Latina. Primero,
la OEA reproduce y legitima las ideas de las fuerzas sociales de EEUU
para el ciberespacio, y en menor medidas, de las de sus Estados aliados.
Segundo, la OEA fomenta los intereses de las empresas de ciberseguridad
de EEUU sobre los de empresas de otros países. Por último, a diferen-
cia de los patrones de coordinacn de políticas de ciberseguridad que
se observan en la Unión Europea o en la ASEAN, la OEA obstaculiza
el cuestionamiento a los ciberataques y al ciberespionaje de EEUU en el
ciberespacio.
Este argumento se desarrolla en cuatro secciones. En la primera se
introducen los conceptos de ciberhegemonía y de ciberpoder. En la se-
gunda se sintetiza el debate sobre el rol de EEUU en la OEA. En la tercera
se realiza un alisis del programa de ciberseguridad de la OEA, seguido
de una cuarta sección que explora sus efectos adversos.
CIBERPODER Y CIBERHEGEMONÍA
Tras introducir y criticar el concepto de ciberpoder, esta sección
presenta como alternativa al concepto de ciberhegemonía, que está inspi-
rado en un enfoque de economía política internacional crítica.
El concepto de ciberpoder ha sido propuesto en la literatura para
comprender cómo el ciberespacio ofrece nuevas formas de proyección
de poder estatal (Dunn, 2018) Entre la.s variantes existentes sobre este
concepto, Betz y Stevens (2011, p. 44) entienden al ciberpoder como “[]
la manifestación del poder en el ciberespacio más que una forma nueva o
diferente de poder”. En particular, los autores postulan que el ciberpoder
tiene cuatro dimensiones. La primera la titulan ciberpoder compulsivo, y
abarca el uso directo de coerción por parte de un actor hacia otro con el
n de cambiar sus acciones (Betz; Stevens, 2011, p. 45). Los ciberataques
y la movilización de recursos simbólicos, como amenazas de sanciones
o de un ataque militar en respuesta a incidentes en el ciberespacio, son
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ejemplos de esta dimensión. La segunda es el ciberpoder institucional,
entendido como el control indirecto de un actor sobre otro por inter-
medio de la inuencia en instituciones intermediarias. Por ejemplo, Betz
y Stevens (2011, p. 47) citan cómo EEUU promueve las normas para el
ciberespacio en organizaciones internacionales. La tercera dimensión es
el ciberpoder estructural, que engloba cómo las características del cibe-
respacio afectan las posiciones relativas de los actores en las estructuras
de poder preexistentes. Según Betz y Stevens (2011, p. 50), un ejemplo de
ciberpoder estructural es como la estructura transnacional de las redes
sociales propició la Primavera Árabe. La última dimensión se denomina
ciberpoder productivo, e incluye cómo los discursos que circulan en o
sobre el ciberespacio moldean subjetividades y denen los límites de lo
posible en términos de acción social. Según Betz y Stevens (2011, p. 51),
esta quis sea la dimensión más importante de las cuatro. A modo de
ilustración, mencionan la construcción discursiva y sesgada que distintos
actores estatales y empresas realizan sobre las amenazas existentes en el
ciberespacio.
En síntesis, el enfoque conceptual de Betz y Stevens incluye tanto
dimensiones que entienden al poder como un recurso, como así tam-
bién dimensiones que lo entienden de una forma más bien relacional y
difusa (Dunn, 2018, p. 5). No obstante, para los nes de este artículo, el
concepto tiene al menos tres debilidades que precisan ser subsanadas.
En primer lugar, no ofrece un marco explicativo para entender porqué
algunos actores del sistema internacional tendrían más ciberpoder que
otros. Esto es producto de pensar el concepto de forma abstracta sin
considerar las trayectorias históricas desiguales en la acumulación de
capacidades en el ciberespacio, y en particular en ciberseguridad, don-
de los actores de EEUU tienen una ventaja considerable (Vila Seoane;
Saguier, 2019). En segundo lugar, si bien Betz y Stevens (2011, p. 43)
arman que el ciberpoder es movilizado por un actor para nes estra-
tégicos, en su elaboración conceptual no realizan ninguna vinculacn
explícita con otras teorías que expliquen cles podrían ser tales ob-
jetivos. Por último, si bien la denición de ciberpoder institucional es
relevante para los nes de este artículo, dice poco sobre cómo se realiza
dicha inuencia.
Como alternativa, en este artículo se dene a la ciberhegemonía
como la extensión del concepto de hegemonía de Cox para el ciberespa-
cio. Para explicar esta ampliación, es preciso recordar las especicidades
de este concepto de hegemonía de inspiracn gramsciana. A diferencia
del realismo, que suele entender a la hegemonía como una relación de
dominación entre Estados, el concepto de hegemonía propuesta por Cox
(1981; 1983) es una relación principalmente de inuencia consensual de
un conjunto de fuerzas sociales sobre otras, aunque sin excluir el uso
potencial de acciones coercitivas (Cox, 1983), que están siempre latentes
y que pueden ser empleadas en casos particulares. En sus trabajos, Cox
extendió el concepto de hegemonía de Gramsci para explicar los cam-
bios en las estructuras hegemónicas mundiales. Según Cox (1981, p. 136),
una estructura hegemónica mundial es histórica y está sostenida por un
conjunto de ideas, instituciones y capacidades materiales. Las capacida-
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des materiales incluyen a las capacidades tecnogicas y organizaciona-
les. El concepto de ideas, abarca los signicados intersubjetivos que in-
uencian y reproducen formas de acción social. Cox también incluye en
este concepto a las diferentes visiones en disputa sobre el orden mundial
que mantienen distintas fuerzas sociales entre sí. Por último, con institu-
ciones Cox alude a una combinación de capacidades materiales e ideas,
que coadyuvan a estabilizar y mantener un dada estructura hegemónica
mundial (Cox, 1981, p. 137). Por ejemplo, las organizaciones internaciona-
les pueden ser consideradas como mecanismos que reproducen las reglas
de una estructura hegemónica mundial, lo legitiman ideológicamente,
cooptan ideas de las elites de países periféricos y las ideas contrahegemó-
nicas que lo puedan llegar a desaar (Cox, 1983, p. 172). Adicionalmen-
te, Cox sostiene que si bien la participación en estas instituciones puede
transferir elementos de modernización a los países periféricos, sólo lo
hacen en línea con los intereses de los actores que impulsan la estructura
hegemónica mundial (Cox, 1983, p. 173). En denitiva, estos conceptos
heurísticos pueden trasladarse a las discusiones sobre el ciberespacio si
denimos que una estructura ciberhegemónica mundial es histórica y
está sostenida por un conjunto de ideas, instituciones y capacidades ma-
teriales que se expresan dentro del ciberespacio, o por fuera de él, a nes
de moldear el orden en el ciberespacio.
Cabe notar que existe un solapamiento entre las propuestas con-
ceptuales de Cox (1983) y las de ciberpoder postuladas por Betz y Stevens
(2011). Por ejemplo, el uso de capacidades materiales en el ciberespacio
con nes coercitivos sería equivalente al ciberpoder coercitivo. Por su
parte, la dimensión institucional de Cox incluye a la dimensión de ci-
berpoder institucional de Betz y Stevens, pero la excede, ya que también
considera la materialidad que sustenta la mayor inuencia de un con-
junto de ideas sobre otras en estos ámbitos. El concepto de ideas con-
tiene la dimensión de ciberpoder productivo. No obstante, el concepto
de ciberhegemonía responde a las debilidades mencionadas previamente
sobre el concepto de ciberpoder. Por un lado, se puede entender que
las fuerzas sociales de los Estados a la vanguardia de la digitalización
tienen ventaja en internacionalizar sus acciones y preferencias sobre el
ciberespacio (Vila Seoane; Saguier, 2019). Además, el concepto de fuer-
zas sociales abarca distintas conguraciones de actores estatales y no
estatales, incluyendo a las empresas multinacionales, generalmente en
línea—aunque no siempre—con sus Estados de origen. Por otro lado,
desde este marco analítico se puede entender que el n de las estrategias
de ciberhegemonía es inuir en las distintas estructuras de gobernanza
del ciberespacio con el objetivo de moldear y reproducir una determina-
da estructura ciberhegemónica mundial.
En síntesis, este trabajo propone extender el clásico concepto de
hegemonía de Cox al ciberespacio como alternativa al concepto de ci-
berpoder. Esta conceptualización de ciberhegemonía, que entiende a las
organizaciones internacionales como mecanismos de un estructura ci-
berhegemónica mundial, se emplea en el resto del artículo para analizar
cómo distintas fuerzas sociales inuenciaron la agenda de ciberseguridad
en la OEA.
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LA OEA, EEUU Y LAS AMÉRICAS
Antes de abordar las iniciativas especícas sobre ciberseguridad de
la OEA, esta sección presenta una breve síntesis de antecedentes impor-
tantes sobre este organismo, que contextualizan el rol de la institución
como vehículo para la proyección de hegemonía de EEUU en las A-
ricas.
Creada en 1948 en Colombia, y con sede en Washington DC, la
OEA es el organismo regional más antiguo del mundo que junta a los 35
Estados del continente americano. Según la Carta de la OEA, su principal
propósito es aanzar la paz y la seguridad del continente, seguido por la
promoción y la consolidación de la democracia representativa. En cuanto
a su funcionamiento, cabe destacar a la Asamblea General, que es el órga-
no supremo que dene las políticas y mandatos de la organización, donde
cada Estado tiene derecho a un voto, independientemente de su pobla-
ción o del aporte nanciero que realiza al organismo. La Secretaría Ge-
neral ejecuta las funciones que la Carta de la OEA y que otros tratados le
asignan, y es liderada por un Secretario General elegido por la Asamblea
General. Por último, es importante mencionar que la OEA tiene la poten-
cialidad de extender sus funciones al crear nuevas entidades y organismos
especializados que aborden temas de interés para los Estados miembro.
En las Américas, la OEA es una organización polémica debido a
que EEUU la instrumentalizó en repetidas ocasiones para avanzar sus
objetivos de política exterior. Esta tendencia fue notoria durante la Gue-
rra Fría (Herz, 2008; López, 2009; Weien, 2012). Por ejemplo, en 1962,
la OEA suspendió a Cuba bajo el argumento de que las inuencias ex-
trarregionalas sobre la isla (en referencia a la Unión Soviética), junto a
la ideología Marxista-Leninista, constituían una amenaza a los sistemas
democráticos de la región (OEA, 1962). No obstante, la declaración nada
dijo de las dictaduras anticomunistas y conservadoras en su propio seno
(López, 2009), exponiendo así el evidente alineamiento de la OEA con
EEUU. Sin embargo, esta inuencia sobre los países de América Latina en
la OEA nunca fue total. De hecho, en las últimas dos décadas de la Guerra
Fría se acentuaron las diferencias de los países de la región con EEUU, y
en 1975, incluso se acordó la libertad de acción de cada país en cuanto a
sus vínculos con Cuba (Herz, 2008; López, 2009).
Tras la disolución de la Unn Soviética, y el auge de la unipolaridad
de EEUU, se aceleró un proceso global de redenición de amenazas de
seguridad, que mutaron de las estrictamente militares y estadocéntricas
a todo un nuevo abanico de amenazas transnacionales no tradicionales
(Kacowicz; Press-Barnathan, 2016). En este contexto de post-Guerra Fría,
la OEA adoptó el concepto de seguridad cooperativa, que contribuyó a
disminuir tensiones interestatales, e impulsó de forma incipiente la con-
formacn de una comunidad de seguridad (Thérien; Mace; Gag, 2012;
Weien, 2012). En 2003, la OEA inició una nueva agenda para la seguri-
dad multidimensional (OEA, 2003b), que extendió el concepto de seguri-
dad al abarcar un abanico heterogéneo de amenazas, como el terrorismo,
el crimen transnacional organizado, la pobreza extrema, y la seguridad
cibernética, entre otras (OEA, 2003b, p. 4).
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Sin embargo, tras los atentados del 11 de Septiembre de 2001, los
documentos priorizaron al terrorismo y al narcotco (Weien, 2012;
Weien; Wehner; Nolte, 2013). Esto conformó un nuevo giro hacia una
perspectiva más de defensa colectiva en línea con las prioridades de
EEUU y su Guerra Global contra el Terrorismo. Consecuentemente, se
incrementó la desconanza de varios Estados de la región ante una nueva
instrumentalización de la OEA por parte de EEUU. No obstante, esto
no signicó un retorno al período de la Guerra Fría, ya que el giro a la
izquierda de varios gobiernos de la región propició la elección de un Se-
cretario General progresista (2005-2015), José Miguel Insulza, que por pri-
mera vez en la historia de la OEA, no fue el candidato favorito de EEUU.
A pesar de estas excepciones, persiste una suspicacia histórica ha-
cia la organizacn por parte de los partidos de tendencia progresista en
América Latina, que emanan de un conjunto de factores estructurales.
En primer lugar, el nanciamiento del organismo depende de EEUU, he-
cho que le permite inuenciar de manera notoria las agendas de la OEA3.
En segundo lugar, hay prioridades diferentes entre los Estados miembros.
Mientras que el foco de la mayoría de los países de América Latina suele
estar en el desarrollo económico y social, la agenda de EEUU, con Canadá
generalmente alineada, responde a temas de seguridad (Herz, 2008, p.
25). En tercer lugar, persisten diferencias considerables en torno a varios
temas, por ejemplo, sobre el tipo de vinculación a establecer con Cuba,
sobre cómo abordar el problema del narcotco, y sobre el posiciona-
miento respecto a la cuestión de las Islas Malvinas (Thérien; Mace; Gag-
né, 2012, p. 159). Por último, los críticos de la OEA entienden que la elec-
ción de Luis Almagro como Secretario General en 2015 reintrodujo una
agenda alineada con la superpotencia del Norte (Long, 2020). Esto fue
especialmente evidente en la postura de la OEA contraria a Venezuela, y
en la deslegitimación de las elecciones de 2019 en Bolivia.
En síntesis, la OEA es el principal organismo de cooperación in-
ternacional a nivel interamericano. Sin embargo, la inuencia y las recu-
rrentes intervenciones de EEUU para avanzar su política exterior en la
región por intermedio de la OEA, en otras palabras, la reproducción de
su hegemonía por intermedio de la OEA, la convierten en un organismo
internacional polémico. Esto explica las iniciativas de los gobiernos pro-
gresistas de América Latina de construir organizaciones y mecanismos
regionales de cooperación contrahegemónicos, que deliberadamente ex-
cluyen de su membresía a EEUU y Canadá, como la UNASUR o CELAC
(Weien; Wehner; Nolte, 2013). Es en este contexto que hay que situar el
surgimiento y desarrollo de la agenda y de las prácticas de ciberseguridad
de la OEA.
LA OEA Y LA CIBERSEGURIDAD
La incorporación del tema de ciberseguridad en la agenda de la
OEA está estrechamente vinculada a las nuevas prioridades de la política
exterior de EEUU. Tras los ataques terroristas de 2001, en EEUU se acen-
tuaron los miedos sobre potenciales ciberataques devastadores contra sus
infraestructuras críticas, que impulsaron la publicación de la primera es-
3. Según el presupuesto aprobado en
2021, EEUU contribuyó con el 59,4% del
total de 89,770,207 US$ asignados para
el fondo regular del organismo. Brasil
fue el segundo país con más aportes
(12,7%), seguido por Canadá (9,7%),
mientras que el aporte de los 31 países
restantes representó el 18,1% del total.
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trategia nacional para asegurar el ciberespacio (The White House, 2003).
Este documento de la administración Bush tuvo como objetivo principal
la prevención de ciberataques, y en caso de padecerlos, minimizar los po-
sibles daños y reducir el tiempo de recuperación (The White House, 2003,
p. 14). Para alcanzar estos nes, la Casa Blanca se propuso incrementar la
cooperación internacional, incluyendo la creación de comités responsa-
bles de temas de ciberseguridad en organizaciones regionales, como la
OEA (The White House, 2003, p. 51).
En este contexto, en 2004, la Asamblea General de la OEA apro-
bó la denominada Estrategia Interamericana Integral para Combatir las
Amenazas a la Seguridad Cibertica (OEA, 2004), donde los Estados
miembro se comprometieron al desarrollo de una cultura de ciberse-
guridad en la región, que evite los riesgos del uso de Internet. De las
entidades de la OEA que recibieron el mandato para asistir a los Estados
miembros en temas de seguridad cibernética, el Comité Interamericano
contra el Terrorismo (CICTE), ha sido la de mayor visibilidad. Por ende,
la siguiente sección se focaliza en el estudio de las actividades de ciber-
seguridad de CICTE.
CICTE
CICTE fue propuesto por la Asamblea General en 1999 con el n
de “[] prevenir, combatir y eliminar los actos y actividades terroristas”
(OEA, 1999, p. 4). Si bien originalmente la ciberseguridad no estaba en
sus temáticas, sí se incorporó en la declaracn de San Salvador de enero
de 2003, aunque con el término de ‘seguridad cibernética’ (OEA, 2003a).
Meses más tarde, esta asociación entre el terrorismo y la ciberseguridad
guró de nuevo en la Declaración sobre Seguridad en las Américas,
donde los países miembros identicaron a los ataques a la seguridad
cibernética como una amenaza terrorista emergente a la par de los ata-
ques dirigidos a infraestructuras críticas y ataques biogicos (OEA,
2003b, p. 9). Tras recibir el mandato en temas de seguridad cibertica,
CICTE incorporó actividades de ciberseguridad en sus planes de trabajo
anuales4 y realizó declaraciones anuales especícas sobre ciberseguri-
dad. En función de estos documentos, se pueden clasicar las acciones
de ciberseguridad de este comité en los siguientes tres períodos: 2004-
2011, 2012-2015 y 2016-2020.
4. Los documentos se obtuvieron de
http://www.oas.org/en/sms/cicte/
events_sessions.asp
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Gráfico 1 - Cantidad de actividades de ciberseguridad de CICTE planeadas por año5
Fuente: Elaboración propia en base a los planes anuales de trabajo de CICTE6.
2004-2011
Desde 2004 a 2011, la principal actividad de CICTE fue dinamizar
una red de centros de respuesta a incidentes en seguridad cibernética
(OEA, 2004), o CSIRTs por sus siglas en inglés. El objetivo fue impulsar
la creación de al menos un centro por país para que intercambien infor-
mación sobre amenazas y vulnerabilidades en Internet a nivel nacional
e internacional, con el n de recuperarse velozmente ante incidentes de
ciberseguridad. Durante estos años, CICTE también empieza a organi-
zar—aunque de forma embrionaria—los primeros talleres de capacita-
ción en ciberseguridad, por ejemplo, en contra del delito informático.
Durante estos años, los informes de CICTE revelan un esfuerzo
retórico frecuente en asociar las amenazas de ciberseguridad con el terro-
rismo. Por ejemplo, en varias de las declaraciones anuales se menciona la
necesidad de combatir a las amenazas terroristas emergentes, entre las
cuales se destaca el “[] delito cibernético y bio-terrorismo y las amena-
zas a la seguridad en el turismo y la infraestructura critica” (CICTE, 2006,
p. 8). Dado el foco de CICTE en temas de terrorismo, es entendible que los
documentos del comité comprendieran a las amenazas de ciberseguridad
como terroristas. Sin embargo, es importante notar que la introducción
del tema en la agenda de CICTE estuvo evidentemente inuenciada por
las preferencias normativas que en su momento tenía EEUU. En efecto,
en el marco de la Guerra Global contra el Terrorismo, la estrategia de
ciberseguridad del Presidente Bush situó a los terroristas como uno de
5. El número de actividades por año
incluye a los distintos ítems incluidos en
cada plan anual de trabajo.
6. El año 2020 fue excluido, pues sólo se
informan resultados a alcanzar en vez
de actividades a realizar como en años
previos, posiblemente por las limita-
ciones a causa de la pandemia.
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los principales actores maliciosos detrás de ciberataques, a la par de las
amenazas de otros Estados, criminales e individuos (The White House,
2003, p. 27). A su vez, la estrategia de ciberseguridad de EEUU expresó la
decisión deliberada de utilizar a los organismos internacionales patroci-
nados por el Estado, incluyendo a la OEA, para coordinar posiciones co-
munes en ciberseguridad (The White House, 2003, p. 51). El motivo fue el
supuesto de que la mayoría de los ciberataques que enfrentaba el Estado,
los mercados nancieros y las empresas de EEUU provenían del exterior,
por ende, se precisaba de la cooperación internacional para enfrentarlos
(The White House, 2003, p. 51). En denitiva, por intermedio de la OEA,
EEUU empezó a proyectar sus ideas para el ciberespacio en las Américas.
2012-2015
Este período inició con la declaración sobre el ‘Fortalecimiento de
la Seguridad Cibernética en las Américas’ (OEA, 2012a), donde los Esta-
dos miembro se comprometieron a revitalizar los esfuerzos iniciados en
2004. Desde entonces, se incrementaron considerablemente las activida-
des de CICTE en apuntalar las capacidades en ciberseguridad de los Esta-
dos miembro (Ver Gráco 1). En el informe anual de actividades de 2012,
CICTE reporta la realización de misiones de apoyo técnico a 14 países y
la capacitacn de más de 770 ociales de la región (OEA, 2013a). Entre
2012-2015, CICTE asesoró a países en el diseño de sus propias estrategias
nacionales de ciberseguridad, entre ellos: Colombia, Paraguay y Trinidad
y Tobago. Adicionalmente, CICTE incrementó la organización de cursos,
seminarios y talleres de capacitacn en temas de ciberseguridad (OEA,
2013a; 2014; 2015a).
En este período se ampliaron los esfuerzos de funcionarios de
EEUU en inuenciar las discusiones en torno a la gobernanza de Inter-
net en general, y de la ciberseguridad en particular. Por ejemplo, en la
sesión plenaria de 2012, como es costumbre, participaron funcionarios de
la OEA y los embajadores de los Estados miembro, junto a distintos fun-
cionarios y representantes de empresas de EEUU. De los oradores, cabe
destacar la alocución de Christopher Painter, que era el coordinador de
ciberasuntos del Departamento de Estado de EEUU. Por un lado, Pain-
ter sintetizó los avances realizados por la OEA en ciberseguridad (OEA,
2012b), y subrayó la importancia de consensuar normas y principios en
común para la gobernanza del ciberespacio. Por ejemplo, la preservación
de libertades fundamentales, el respeto a la propiedad privada, la protec-
ción del derecho a la privacidad, el compromiso a mantener la estabilidad
de la red, entre otros temas (OEA, 2012b). Todas ideas en línea con las
prioridades de la nueva estrategia de ciberseguridad de la administración
Obama de la que Painter formaba parte (The White House, 2011).
Por otro lado, el llamado de Painter a buscar el consenso en el cibe-
respacio se realizó a la par de una caracterizacn maniquea de otros Es-
tados que no comparten las normas impulsadas por EEUU. Por ejemplo,
sin mencionarlos explícitamente, Painter dijo que tales Estados abogan
por un mayor control del comercio impulsado por Internet y del conte-
nido online por considerarlos como una amenaza a la estabilidad políti-
101
Maximiliano Vila Seoane A ciberhegemonia dos EUA na OEA
ca y social de sus países (OEA, 2012b, p. 6). Igualmente, alegó que tales
Estados suelen renegar de las normas para el ciberespacio para facilitar
actividades consideradas por otros como criminales (OEA, 2012b, p. 6).
Este tipo de intervenciones ejemplican como los funcionarios de EEUU
en la OEA utilizan este espacio de cooperación para difundir ideas sobre
con qué actores es bueno cooperar en ciberseguridad, y con cuáles una
amenaza.
Aparte de la presencia de funcionarios de EEUU, en estos años se
inició una articulación entre CICTE y otras fuerzas sociales estadouni-
denses y de Estados aliados. En particular, se destacan las empresas de
tecnología de EEUU con capacidades en ciberseguridad. Por ejemplo, en
2014, CICTE publicó un informe en conjunto con la empresa estadou-
nidense Symantec sobre las brechas de ciberseguridad en las Américas
(OEA; Symantec, 2014), y en 2015, otro con la empresa Trend Micro que
examina el riesgo de los sistemas industriales de la región ante cibera-
taques (OEA; Trend Micro, 2015). CICTE también estableció convenios
de cooperación con Microsoft para incrementar las capacidades de ciber-
seguridad de los Estados miembro. De forma similar, CICTE inició la
construcción de alianzas con otros actores, como el BID, el Foro Econó-
mico Mundial y la Universidad de Oxford, a n de avanzar con su agenda
de ciberseguridad en la región (OEA, 2015a). El denominador común de
estos casos es que son actores no estatales de EEUU, de aliados u otros or-
ganismos donde EEUU tiene considerable inuencia nanciera y política.
Por último, si bien en las declaraciones anuales de CICTE persist
la asociación entre terrorismo y ciberseguridad (OEA, 2015b, p. 7), en la
práctica, las actividades estuvieron orientadas a inuenciar normativa-
mente a los Estados miembro sobre la gobernanza de la ciberseguridad
y en ofrecer capacitaciones para enfrentar ciberataques, independiente-
mente de si tienen o no un origen terrorista. Posiblemente esto estuvo
vinculado con el hecho de que el terrorismo ya no ocupaba un lugar pre-
ponderante en la estrategia de ciberseguridad de Obama. De hecho, este
documento sólo menciona al terrorismo una vez en contraposición a las
nueve veces que guró en la estrategia previa de Bush (The White Hou-
se, 2003; 2011).
2016-2020
El último período estuvo inuenciado por cambios tanto en la OEA
como a nivel regional que acontecieron a partir de 2015. En mayo de ese
año, la OEA escogió a un nuevo secretario general, Luis Almagro, que en
poco tiempo alineó a la organización con las prioridades de política exte-
rior de EEUU (Long, 2020). A partir de 2016, varios países de la región eli-
gieron a presidentes de orientación política de centroderecha o extrema
derecha, como en Argentina, Brasil, Chile, etc., que debilitaron procesos
previos de integración regional contrahegemónicos, como la UNASUR.
Esto cercenó los esfuerzos incipientes en generar una doctrina regional
en ciberdefensa en ese ámbito (Aranda; Riquelme; Salinas, 2015). En 2017,
la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU aceleró los proce-
sos de fragmentación a nivel regional. Ante esta coyuntura regional, y
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estudos internacionais • Belo Horizonte, ISSN 2317-773X, v. 10, n. 4, (nov. 2022), p. 91-112
ante una creciente demanda de capacitación en temas de ciberseguridad,
CICTE encontró un escenario incluso más propicio que en el período
previo para expandir sus actividades.
En efecto, el período inicia con la declaración anual de CICTE titu-
lada ‘Fortalecimiento de la Cooperación y del Desarrollo en la Seguridad
Cibernética y la Lucha contra el Terrorismo en las Américas’ (OEA, 2016),
donde se repitieron los compromisos previamente asumidos en esta te-
mática. En el evento expusieron representantes de distintas fuerzas so-
ciales de EEUU, como el Departamento de Estado, la división del FBI de-
dicada a asuntos cibernéticos, Microsoft, y un académico del think tank
Center for Strategic and International Studies (CSIS). El coordinador de
ciberasuntos del Departamento de Estado, Christopher Painter, rearmó
el interés de EEUU en continuar apoyando las capacidades de cibersegu-
ridad en las Américas, y en construir un régimen de ciberestabilidad a
nivel internacional, a n de cooperar ante amenazas comunes y evitar los
conictos en el ciberespacio (Painter, 2016, p. 4).
Asimismo, durante estos años se multiplicaron las actividades del
período previo, como los cursos de capacitación, talleres y seminarios.
También la OEA extendió su asesoramiento en la elaboración de estrate-
gias de ciberseguridad nacional a otros países (OAS, 2017; OEA, 2020a),
con una participación más activa de aquellos gobernados por partidos de
derecha, como Argentina, Brasil y Chile. Adicionalmente, se añadieron
nuevas acciones, como la intención de establecer medidas de fomento
de la conanza que limiten las chances de conicto en el ciberespacio
(OEA, 2016).
La importancia que cobró la ciberseguridad se puede ver en el
aumento del presupuesto asignado a este programa de CICTE. Cabe
recordar que los programas de la OEA se nancian por intermedio de
fondos regulares y de fondos especícos. Los primeros provienen de los
aportes de cada uno de los Estados miembro, con contribuciones mayo-
ritarias de EEUU, mientras que los segundos son las contribuciones vo-
luntarias de Estados miembro, Estados observadores y de otros actores
no estatales. La OEA sólo publica los fondos especícos de forma desa-
gregada por programa. Estos datos son los que se observan en el Gráco
2, y que muestran el progresivo aumento del presupuesto asignado al
programa de ciberseguridad de CICTE, salvo en 2020, donde, por causa
de la pandemia, se incrementaron las contribuciones a su programa de
bioseguridad.
103
Maximiliano Vila Seoane A ciberhegemonia dos EUA na OEA
Gráfico 2 - Fondos específicos por año del programa de ciberseguridad versus otros
programas de CICTE
Fuente: elaboración propia en base a datos públicos de la OEA.
Durante estos años, CICTE consolidó el nanciamiento que reci-
bió de parte de otros gobiernos (OEA, 2020a). En efecto, en el Gráco3
se desglosa quiénes realizaron las contribuciones a los fondos especícos
del programa de ciberseguridad de CICTE entre 2016-2020. De la regn,
Canadá fue el país que más aportó, seguido por República Dominicana,
el Departamento de Estado de EEUU y Colombia. También hay que men-
cionar el nanciamiento del BID. En cuanto a Estados fuera de la región,
Reino Unido fue el país que más aportó, seguido de Holanda, Estonia y
España. El resto de las contribuciones del gco fueron realizadas por
empresas de EEUU, como el Citibank, AWS, Microsoft y Cisco.
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Gráfico 3 - Contribuciones totales por patrocinador realizadas entre 2016-2020 al
fondo específico del programa de ciberseguridad de CICTE
Fuente: elaboración propia en base a datos públicos de la OEA.
Esto tuvo su correlato en la organización de actividades de la OEA
en conjunto con estos países. Por ejemplo, la iniciativa denominada Sum-
mer Bootcamp, impartida por el Instituto Nacional de Ciberseguridad de
España, y la participacn y asesoramiento de especialistas de Estonia en
eventos de la OEA. Si bien se podría pensar que estos ejemplos ilustran la
apertura de la OEA a inuencias de otros Estados extrarregionales, el de-
nominador común de estos nancistas es que son miembros de la OTAN,
la alianza militar liderada por EEUU. Por ende, no desafían la ciberhege-
monía que EEUU pretende mantener en el ciberespacio.
Por último, la importancia que adquirió la problemática de la ci-
berseguridad a nivel regional también derivó en que varios países esta-
blecieran acuerdos o convenios con la OEA para recibir asesoramiento
especíco. Cabe destacar el caso de Colombia, el país que más colaboró
con CICTE en ciberseguridad. Estos vínculos uidos se pueden inter-
pretar como una extensión de su estrecha e hisrica cooperación en
seguridad con EEUU. Por ejemplo, en 2016 la OEA acordó la elabora-
ción de un estudio sobre los impactos de los ciberataques en Colombia,
cuyo resultado fue publicado con el BID. La OEA procuró establecer
esta experiencia como un modelo de trabajo a replicar en otros paí-
ses de la región (Garcinuño, 2016). Igualmente, en 2019, el Ministerio
de Tecnologías de la Información y las comunicaciones de Colombia
suscribió un convenio con la OEA para vigorizar sus capacidades en
ciberseguridad.
En resumidas cuentas, esta síntesis de los tres períodos de CICTE
coincide con la apreciación de Contreras y Barrett (2020, p. 215), funcio-
narios del programa de ciberseguridad de la OEA, que opinaron que la
organización, “[] se ha consolidado como un centro de intercambio de
105
Maximiliano Vila Seoane A ciberhegemonia dos EUA na OEA
información sobre amenazas de seguridad cibertica y es una fuente de
referencia para América Latina y el Caribe”. Incluso en los años en los
que aún operaba la UNASUR, la OEA fue el ámbito por excelencia para la
cooperación en ciberseguridad a nivel intergubernamental. Desde 2004,
las actividades realizadas por la OEA han pasado de ser un proyecto mar-
ginal atado a la Guerra Global contra el Terrorismo de EEUU, a conver-
tirse en el programa insignia de CICTE.
A pesar de estos esfuerzos, los desafíos que enfrenta la OEA para
cumplir su misn de fortalecer a la ciberseguridad en la región son consi-
derables. Según Contreras y Barrett (2020, p. 216), la ciberseguridad no es
aún una prioridad en la mayoría de los países, y por ende, no se le asignan
fondos sucientes. Además, son pocos los países que cuentan con forma-
ción especializada en ciberseguridad, y peor aún, muchas empresas aún
carecen de planes para defenderse de ciberataques (Contreras; Barrett,
2020). No obstante, esta autocrítica de los funcionarios de la OEA poco
dice de las contradicciones y sesgos del programa, aspectos que se exami-
nan a continuación.
EFECTOS ADVERSOS DE LA CIBERHEGEMONÍA DE EEUU EN LA OEA
PARA LOS PAÍSES DE AMÉRICA LATINA
La cooperación aparentemente benévola y consensual en el área
de ciberseguridad en el marco de la OEA omite al menos tres efectos
adversos para los países de América Latina. A saber, la OEA reproduce y
legitima las ideas para el ciberespacio de las fuerzas sociales de EEUU. y
de sus Estados aliados, fomenta los intereses de las empresas de ciberse-
guridad de EEUU, y obstaculiza el cuestionamiento a los ciberataques y
al ciberespionaje de EEUU en el ciberespacio.
Reproduce y legitima las ideas para el ciberespacio de las fuerzas
sociales de EEUU y de sus Estados aliados
Los funcionarios de la OEA suelen armar que la organización se
ha convertido en el principal centro de intercambio de información so-
bre ciberamenazas de la región (Contreras; Barrett, 2020, p. 215), pero no
pareciera ser un centro muy objetivo. Más bien prioriza un intercambio
de información asimétrico, que tiende a reproducir y legitimar las ideas
sobre ciberseguridad que pregonan las fuerzas sociales estadounidenses y
las de sus Estados aliados.
Esto fue evidente desde el inicio del programa de ciberseguridad de
CICTE, que asoció a la ciberseguridad con el terrorismo. Si bien la región
no ha estado exenta de repudiables actos de terrorismo, este no era ni es el
concepto más pertinente para entender los desafíos de seguridad que en-
frentan el resto de los países de las Américas (Herz, 2008, p. 26). La ciber-
seguridad no es la excepcn, pues nunca hubo un ataque terrorista por
medios cibernéticos en países latinoamericanos, por ende, se trató de una
asociación arbitraria, permeada por la práctica de construcción de ame-
nazas de EEUU en el marco de su Guerra Global contra el Terrorismo
(Dunn, 2008). Sólo la República Bolivariana de Venezuela objecon
poco éxito—el vínculo espurio entre amenazas emergentes y terrorismo
(CICTE, 2006, p. 9; OEA, 2007, p. 17).
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Asimismo, en cuanto a los oradores en los eventos organizados por
CICTE, se destacó la presencia de funcionarios de distintas agencias del
gobierno de EEUU vinculadas a la ciberseguridad, y en menor medida,
académicos y miembros de organizaciones civiles relacionadas a Internet
con base en la superpotencia. También participaron especialistas de otros
países de la OTAN que nanciaron el programa, como expertos de Cana-
dá, el Reino Unido, España y Estonia. De esta forma, las fuerzas sociales
de EEUU, secundadas por las de sus aliados de la OTAN, procuraron le-
gitimar su visión para el ciberespacio y cooptar a las elites de los países de
América Latina.
A su vez, los documentos elaborados por la OEA suelen suponer
que el conocimiento sobre ciberseguridad sólo se encuentra en el puña-
do de países Occidentales más avanzados económica- y tecnológicamente
que nancian el programa. El supuesto es que estos Estados, sus empre-
sas y especialistas sí pueden analizar, diagnosticar y recomendar políti-
cas públicas a los Estados con menores capacidades del Sur, por más que
conozcan poco sobre estos países. Además, la relación contraria está au-
sente. Un ejemplo de esta asimetría en la producción de conocimiento es
el informe sobre ciberseguridad elaborado entre el BID y la OEA (2016),
que promete realizar un diagnóstico sobre la situacn de la seguridad
cibernética en la región. Para ello, adopta un marco conceptual elabora-
do por el Centro Global de Capacidad sobre Seguridad Cibernética de la
Universidad de Oxford y lo aplica a casi todos los prestatarios del banco
en la región. De forma similar, la bibliografía de un artículo sobre el pro-
grama de ciberseguridad de la OEA, que fue elaborado por sus funciona-
rios, hace referencia mayoritariamente a think tanks de EEUU (Contre-
ras; Barrett, 2020), como New American Security y el Council of Foreign
Relations, cuyo alineamiento con la política exterior estadounidense es
notorio. En todos estos casos, es difícil de encontrar la presencia de la voz
de especialistas de América Latina, y menos aún de voces críticas.
En otras palabras, la prioridad que CICTE le asignó a las fuerzas
sociales de EEUU y de sus estados aliados les permitió difundir sus pre-
ferencias sobre la gobernanza de la ciberseguridad. La reproducción de
estas ideas busca inuenciar al resto de los actores participantes de los
Estados miembro de la OEA, contribuyendo así a reproducir la ciberhe-
gemonía de EEUU en las Américas.
Fomenta los intereses de las empresas de ciberseguridad de EEUU
Los eventos y vínculos que establece el programa de ciberseguri-
dad de la OEA muestran un sesgo a favorecer a las empresas de EEUU,
posicionadas como los actores por excelencia para resolver los desafíos de
ciberseguridad en las Américas. En línea con la crítica a los organismos
internacional de Cox (1983, p. 173), este representa otro caso donde la
transferencia de técnicas modernas de ciberseguridad a los países de la
región se realiza de forma funcional a los intereses de las empresas de
EEUU, que son las sostienen su liderazgo en el ciberespacio.
Esta inuencia se puede apreciar, por un lado, a partir de la sobre-
rrepresentación de las empresas estadounidenses en los eventos de CIC-
107
Maximiliano Vila Seoane A ciberhegemonia dos EUA na OEA
TE y en los trabajos que realizaron para este comité sobre ciberseguridad
en las Américas. Por ejemplo, en el simposio de ciberseguridad de 2019,
aproximadamente el 30% de los expositores fueron empresas de EEUU
auspiciantes de CICTE. Como en años anteriores, varias de ellas elabora-
ron informes para diagnosticar los desafíos que enfrenta la región, tales
como Microsoft, Amazon Web Services, Trend Micro y la Fundación Citi
(OEA, 2019b; 2020a).
Por el otro lado, esta inuencia se puede inferir de una de las prin-
cipales fuentes de comunicación del programa de ciberseguridad de la
OEA: su cuenta de Twitter (@OEA_Cyber). Por este medio, CICTE
anuncia los eventos e informes elaborados con los socios del programa al
arrobarlos, por ende, es un indicador indirecto de la importancia asigna-
da a sus patrocinadores. En la Tabla 1 se muestran las primeras diez cuen-
tas más mencionadas, excluyendo aquellas de la OEA. Aunque no son las
mayores contribuyentes a los fondos especícos de CICTE, la mitad de
las cuentas son de empresas de ciberseguridad de EEUU. Esto indica un
sesgo, que contribuye a legitimar los productos y servicios de ciberseguri-
dad de estas rmas en los distintos países de América Latina, sobre los de
empresas de otros países.
Tabla 1 - Cuentas de Twitter más mencionados en los tweets de la cuenta del pro-
grama de ciberseguridad de la OEA (@OEA_Cyber) producidos entre 27/06/2016 y el
13/01/2021
Fuente: elaboración propia en base a datos recopilados de Twitter.
Asimismo, estos datos apuntan a que la OEA adopta de manera
implícita un modelo lineal de la innovación en ciberseguridad, donde las
capacidades emanan de EEUU, con algunas contribuciones de España,
Canadá, el Reino Unido, y más recientemente Estonia. Por el contrario,
el resto de los países de las Américas son entendidos mayoritariamente
como meros consumidores de estas tecnologías. Efectivamente, en la re-
visión de documentos del programa es notable la falta de iniciativas que
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estudos internacionais • Belo Horizonte, ISSN 2317-773X, v. 10, n. 4, (nov. 2022), p. 91-112
contribuyan al desarrollo de capacidades autóctonas de investigación e
innovación en ciberseguridad. Recién en 2020 la OEA realizó algo al res-
pecto por medio del establecimiento de un fondo de 200.000 US$, en con-
junto con la empresa CISCO y la Fundacn CITI, para nanciar proyec-
tos de innovación en ciberseguridad (OEA, 2020b). No obstante, el monto
del fondo sugiere un compromiso insuciente en cultivar capacidades de
ciberseguridad autóctonas en los Estados miembro.
Obstaculiza el cuestionamiento a los ciberataques y al ciberespionaje de
EEUU en el ciberespacio
A diferencia de la OTAN, donde las actividades de ciberseguridad
son estimuladas por la amenaza rusa, o de la ASEAN, donde el recelo ha-
cia China es fuerte, la amenaza en la agenda de ciberseguridad de la OEA
está enfocada en cibercriminales, ciberterroristas, u otros actores Estata-
les extrarregionales. Sin embargo, dada la inuencia material y de ideas
de EEUU en la OEA, esta agenda de amenazas omite uno de los mayores
retos de ciberseguridad que enfrentan los países de la región: el exceso de
capacidades de ciberataques y de ciberespionaje de EEUU.
En efecto, a partir de los atentados del 2001, el Departamento de
Defensa de EEUU ha vigorizado su estrategia para ganar ciberguerras
por intermedio del desarrollo de sosticadas capacidades ofensivas, de-
fensivas y de ciberespionaje (Manjikian, 2010; Zittrain, 2017). Estas capa-
cidades son superiores a las de cualquier otro país del mundo. Durante la
administracn Trump, EEUU publicó su última estrategia de cibersegu-
ridad, donde se delinea la doctrina de combate permanente (permanente
engagement) (The White House, 2018), que habilita al cibercomando de
EEUU a hackear preventivamente a sus rivales, dondequiera que operen
(US Cyber Command, 2018).
Incluso previo a esta estrategia pugnaz, numerosas revelaciones
y noticias de seguridad informática expusieron el uso que EEUU le dio
a sus capacidades de ciberataques y de ciberespionaje alrededor del pla-
neta. Por ejemplo, Edward Snowden reveló el programa PRISM, que le
permitía a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), en colaboración con
las principales empresas de Internet estadounidenses, espiar a líderes y
ciudadanos de países rivales y aliados por igual, develando un Estado de
vigilancia global (Baumann et al., 2014). En 2015, investigaciones de la
empresa Kaspersky expusieron al grupo de hackers más sosticado del
planeta, Equation Group, cuyas actividades fueron aparentemente reali-
zadas bajo la dirección de la NSA. Igualmente, WikiLeaks hizo público
parte del arsenal de ciberarmas de la CIA. En América Latina, estas prác-
ticas afectaron a políticos, empresas y ciudadanos de Argentina, Brasil,
Colombia, Ecuador, México, Venezuela, entre otros. Por ende, los cibera-
taques y el ciberespionaje de EEUU en el ciberespacio ya son una realidad
hace años.
El caso Snowden tuvo repercusiones en la OEA. En 2013, el avión
del entonces Presidente Evo Morales se vio forzado a detenerse en Aus-
tria, tras que España, Francia, Italia y Portugal le negaran el tnsito por
su espacio aéreo. La causa fue la presunta presión de EEUU a sus aliados
109
Maximiliano Vila Seoane A ciberhegemonia dos EUA na OEA
europeos para corroborar si Snowden viajaba en la aeronave presidencial
boliviana. Si bien casi todos los Estados miembros del Consejo Perma-
nente de la OEA emitieron una declaración condenando lo acontecido,
EEUU y Canadá se negaron en base a la existencia de ‘interpretaciones
conictivas’ del hecho (OEA, 2013b).
CONCLUSIONES
El artículo propuso extender el clásico concepto de hegemonía
de Cox al ciberespacio como alternativa al concepto de ciberpoder. Esta
conceptualización de ciberhegemonía, que entiende a las organizaciones
internacionales como mecanismos de una estructura ciberhegemónica
mundial, se empleó para argumentar que el programa de ciberseguridad
de la OEA reproduce la ciberhegemonía de EEUU en las Américas. De
hecho, desde 2004 se constituyó como el principal organismo regional
en el tema de la ciberseguridad, donde los diplomáticos, funcionarios y
otros actores de los Estados miembro intercambiaron experiencias, cono-
cimientos y formas de entender y actuar en el ciberespacio. En particu-
lar, las actividades vinculadas a la ciberseguridad realizadas por CICTE
abarcaron el apoyo a la construcción de una red regional de CSIRTs, el
asesoramiento a varios gobiernos en la elaboración de sus estrategias na-
cionales de ciberseguridad, y la capacitacn a numerosos actores de la re-
gión, entre otras. Estos esfuerzos de construcción de una ciberhegemonía
regional se realizaron de forma consensual, en particular, con la aquies-
cencia de los gobiernos de orientación política más cercana a EEUU.
Sin embargo, el análisis también indica que el programa de ciber-
seguridad de la OEA provoca efectos adversos para las políticas de ciber-
seguridad de los países de América Latina. En primer lugar, reproduce y
legitima las ideas de las fuerzas sociales de EEUU,y en menor medida, las
de sus Estados aliados. El halo de inuencia de la superpotencia en el pro-
grama se expresa tanto en la denición de la agenda temática, como en
la sobrerrepresentación de sus empresas y especialistas de ciberseguridad
en sus seminarios, talleres y otros eventos. En segundo lugar, la OEA fo-
menta los intereses de las empresas de ciberseguridad de EEUU sobre los
de empresas de otros países. En efecto, se argumentó que implícitamente
adopta un modelo lineal de innovación al propiciar la transferencia de ca-
pacidades a los Estados miembros, quienes son vistos como meros consu-
midores de conocimientos y herramientas elaboradas principalmente por
empresas de EEUU. Por último, a pesar de que EEUU tiene las mayores
capacidades de ciberataques y de ciberespionaje del mundo, con antece-
dentes polémicos de su uso a nivel global y en la región, el hecho de que
sea el principal nancista de la OEA obstaculiza el cuestionamiento a sus
ciberataques y a sus actividades de ciberespionaje por parte del resto de
los Estados miembro.
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