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Esteban Acs China y el 5G: entre el recurso y el ejercicio del poder
China y el 5G: entre el recurso y el ejercicio
del poder
China e 5G: entre o recurso e o exercício do poder
China and 5G: between the resource and the exercise of power
Esteban Actis1
DOI: 10.5752/P.2317-773X.2022v10n4p113-125.
Recebido em:09 de dezembro de 2021
Aprovado em: 31 de maio de 2023
R
El presente artículo analiza, a partir de discutir el concepto de poder en las Re-
laciones Internacionales, el complejo proceso de despliegue del poder que viene
teniendo la República Popular China en relación a la tecnología de 5G. Tanto
en lo relativo al hardware (dispositivos, antenas, cables subterráneos) como al
software (aplicaciones, programas, plataformas, sistemas) China (y sus empre-
sas) han comenzado a disputar la delantera tecnológica. El caso bajo estudio
muestra la importancia y relevancia de distinguir los recursos de poder con su
ejercicio.
Palabras-clave: China. Relaciones Internacionales. 5G. Poder
R
Este artigo analisa, a partir da discussão do conceito de poder nas Relações
Internacionais, o complexo processo de exercício de poder que a República
Popular da China vem tendo em relação à tecnologia 5G. Tanto em termos de
hardware (dispositivos, antenas, cabos subterrâneos) quanto de software (apli-
cativos, programas, plataformas, sistemas), a China (e suas empresas) começam
a disputar a liderança tecnológica. O caso em estudo mostra a importância e
relevância de distinguir os recursos do poder com o seu exercício.
Palavras-chave: China. Relações Internacionais. 5G. Poder
A
This article analyzes, starting from discussing the concept of power in Interna-
tional Relations, the complex process of the exercise of power that the People’s
Republic of China has been having in relation to 5G technology. Both in terms
of hardware (devices, antennas, underground cables) and software (applications,
programs, platforms, systems) China (and its companies) have begun to dispute
the technological lead. The case under study shows the importance and relevan-
ce of distinguishing the resources of power with their exercise.
Key words: China. International Relations. 5G. Power.
1. Doctor en Relaciones Internacio-
nales, docente e investigador de la
Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Fue becario doctoral y posdoctoral del
Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (Conicet) de
Argentina. Contato: esactis@gmail.com.
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“con su gran población y la red de internet más grande del mundo, en un contexto en donde
los datos se convierten en el nuevo petróleo de la política mundial, China está lista para
convertirse en la Arabia Saudita de la big data”
Joseph Nye
Introducción
El mundo está siendo testigo, una vez más, de un acelerado cambio
tecnológico en particular en la campo de internet. Desde sus orígenes
como un pequeño programa del Pentágono hasta su status de plataforma
que conecta a más de la mitad de la población mundial, internet ha sido
siempre un proyecto estadounidense. Sin embargo, en los últimos años
Estados Unidos ha cedido parte de ese liderazgo del ciberespacio a manos
de la República Popular China -de ahora en más China- (Segal, 2019).
Por primera vez desde su creación, las innovaciones tecnológicas
en la “red de redes” no son monopolio de occidente. Mark Werner, sena-
dor por el Partido Demócrata, quien formó parte del Comité de Inteligen-
cia del Senado de Estados Unidos, sintetizó lo señalado de una manera
muy clara al destacar: “Estamos acostumbrados a un mundo en donde
Estados Unidos inventó internet, conguró los estándares y produjo to-
das las partes claves. Ese mundo está desapareciendo y no volverá más”
(Sanger, 2020: 116)
Tanto en lo relativo al hardware (dispositivos, antenas, cables subter-
neos) como al software (aplicaciones, programas, plataformas, sistemas)
China (el Estado y sus empresas) han comenzado a disputar la delantera
(y la frontera) tecnológica (Allison, et. al, 2021)
En el campo especíco de la Quinta Generación de telefonía móvil
(5G) esta realidad se observa de manera palpable. La rma china Huawei
viene liderando en los últimos años el desarrollo de la tecnología en el pla-
no global (Gra, 2020). En la era de la Internet de las Cosas (IoT, por sus
siglas en inglés) la velocidad de internet se vuelve indispensable para ga-
rantizar el funcionamiento de cada vez más dispositivos, computadoras,
máquinas y robots, que generan inconmensurables cantidades de datos.
El nombre Huawei está asociado indefectiblemente con una idea de
una China “poderosa”. Según Balbo:
El nombre de Huawei se podría traducir como “logro”, “acto magníco” o “acto
espléndido”, así como también “competente China”, “China capaz”, de acuerdo
con la lectura de los ideogramas que lo componen, dando lugar primeramente
a la idea de una realización extraordinaria (más allá de lo común) y en segundo
término a la noción del “poder hacer” chino (Balbo, 2021, p. 304)
Sin embargo, y más allá de contar con el “recurso de poder” (la
tecnología) tanto para la rma como para la unidad estatal que la cobija
(China) el “despliegue del poder” no ha sido sencillo. Dadas las claras
implicancias geoeconómicas y geoestratégicas, la resistencia de Estados
Unidos y otros países de occidente al liderazgo chino en la materia han
sido muy fuertes.
En ese contexto, el presente artículo tiene como objetivo – a par-
tir de problematizar y complejizar la noción de poder desde las Relacio-
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nes Internacionales- evidenciar las dicultades y limitaciones que viene
enfrentando China en el “ejercicio del poder” en torno a su objetivo de
expandir globalmente su red de 5G. El trabajo se enmarca en la litera-
tura que comienza a analizar las implicancias para las relaciones inter-
nacionales del avance de la tecnología 5G de China en el contexto de la
rivalidad sinoestadounidense (Allison, et. al., 2021; Segal, 2021; Bremmer,
2021; Schutte, 2021; Xuetong, 2020; Zhang, 2020; Zhang, 2021; Balbo,
2021; Vogelmann, 2020)
El poder en las Relaciones Internacionales. Atributos y ejercicio
La mayoría de los estudiosos de las Relaciones Internacionales coin-
ciden en destacar que el poder constituye uno de los conceptos más im-
portantes de la disciplina, pero al mismo tiempo es uno de los más pro-
blemáticos y ambiguos. Es preciso distinguir entre dos formas diferentes
de concebir y abordar el poder: la que lo entiende meramente como si-
nónimo de la posesión de recursos y aquella que lo entiende como un
concepto relacional (Baldwin, 2016). Naturalmente, el primer abordaje
resulta atractivo para muchos analistas en tanto que permite presentar al
poder como algo concreto, observable y fácilmente medible. Por ejemplo,
desde esta concepción, los países que dispongan de poblaciones y territo-
rios más extensos, fuerzas armadas más amplias y mejor equipadas, ma-
yores desarrollos tecnogicos, economías más diversicadas y productos
internos brutos más grandes serán en consecuencia los más poderosos.
Esto facilita los cálculos de los hacedores de política exterior, puesto que
se establece una relación cuasi directa y lineal entre los recursos que un
Estado posee y la posibilidad de lograr resultados deseados.
No obstante, en la práctica esto no resulta tan sencillo y no siempre
quienes disponen de mayores recursos de poder logran los resultados que
pretenden. Se trata de dos niveles de discusión diferentes. Una cosa son
los recursos de poder y otra es el poder en sí mismo, entendido como re-
sultado. La conversión de los recursos disponibles en poder real y efectivo
está mediatizada por diferentes factores (Guzzini, 2005)
Todo lo referido deja en claro el carácter relacional del poder y las
limitaciones de pensarlo simplemente como sinimo de la posesión de
recursos. Claro que esto no invalida la importancia de este último enfo-
que. Disponer de recursos de poder no asegura el éxito, pero no tenerlos
constituye un serio limitante para cualquier actor. No existe caso en la
historia de la humanidad de una potencia que haya alcanzado la condi-
ción de tal sin disponer de recursos sucientes. Aquí vale destacar que las
fuentes del poder pueden ser muy variadas y los recursos pueden asumir
formas diversas. Además de los tradicionales “recursos de poder duro”
(militares y económicos), también es posible distinguir los denomina-
dos “recursos blandos” (cultura, valores, narrativas, políticas y cualquier
recurso capaz de generar atracción, como el carisma individual). Ahora
bien, como consecuencia del carácter relacional del poder, los recursos
siempre deben pensarse en relación con el contexto en el cual se preten-
den desplegar. El contexto puede resignicar los recursos disponibles y
devaluar o revalorizar la posición de un actor. En este sentido, para en-
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tender la política internacional, ambos abordajes son necesarios y cierta-
mente complementarios.
El reconocimiento del poder como un concepto relacional conduce
inevitablemente a reexionar sobre cómo opera y se ejerce el poder. En
este punto, es preciso y necesario distinguir tres “rostros” diferentes del
poder mediante los cuales se expresa y maniesta, a saber: la habilidad de
comandar cambios en la conducta de otros de manera directa, de contro-
lar y jar las agendas, y de establecer y moldear preferencias (Nye, 2011).
El primer rostro del poder –originalmente propuesto y desarrollado
por el politólogo Robert Dahl (1957) se vincula con la habilidad de lograr
que otros (una persona o un país, por ejemplo) actúen de manera contra-
ria a sus preferencias y estrategias iniciales. La capacidad de comandar
cambios mediante un ejercicio directo del poder, a través de amenazas
y recompensas, es la clave. Aquí juegan un papel importante los atribu-
tos clásicos del poder vinculados con la posesn de recursos militares y
económicos. El uso o la amenaza de la fuerza o de la implementación de
sanciones económicas –que en la jerga de la disciplina de las relaciones
internacionales se denominan “los palos”– y los incentivos y pagos econó-
micos –las denominadas “zanahorias”– son los principales instrumentos
para lograr el cambio de conducta en otro actor.
Gran parte de los analistas internacionales, inuenciados por la
corriente hegemónica del realismo cuando piensan al poder, lo piensan
centrado en esta dimensión. La política mundial es una política de po-
der, y el poder consiste básicamente en disponer y desplegar los recursos
duros para imponer la voluntad (Morgenthau, 1948). El principal aspecto
de esta dimensión es que ambos lados son conscientes de que existe una
clara relación de poder.
El segundo rostro del poder fue introducido por los politólogos Pe-
ter Bachrach y Morton Baratz (1963) y alude a la capacidad de congurar
y controlar las agendas y así limitar las alternativas de otros actores. Mos-
trar al otro actor que sus preferencias y estrategias son irrelevantes o se
encuentran fuera de los límites, reducir los márgenes de acción de un ter-
cero al afectar las preferencias en relación con qué es legítimo o factible y
ser capaz de mantener fuera de una de negociación ciertos temas que son
centrales para la contraparte son todas formas de inuir consistentes con
el segundo rostro del poder. El punto a destacar es que los sujetos sobre
los que recae el poder pueden o no ser conscientes de la relación asimétri-
ca al aceptar la legitimidad de la acción
El tercer rostro del poder fue advertido por el sociólogo Steven Lu-
kes (2005). A diferencia de los casos anteriores, aquí el ejercicio del poder
no está orientado a modicar las acciones o cambiar las preferencias ya
establecidas de un actor. Por el contrario, se pretende moldear las prefe-
rencias iniciales apuntando a las creencias, ideas y percepciones consti-
tutivas. Si uno logra que el otro tenga los mismos objetivos que uno, no
será necesario que se modiquen sus deseos iniciales. La particularidad
de esta “oculta” e “invisible” dimensión del poder radica en que la in-
uencia no es consciente.
Para analizar el caso de China y el liderazgo relativo en torno a la
tecnología 5G se debe partir desde esta lectura más compleja del poder.
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La posesión del recurso (una rma como Huawei que desde 2018 lidera
los desarrollos en la materia) se ha visto mediatizado por varios factores
que han complejizado el despliegue y ejercicio del poder, es decir la vo-
luntad de terceros -estados/empresas- a adoptar la tecnología china. Entre
la más importante, las limitaciones propias del gigante asiático y la resis-
tencia externa, apalancada por Estados Unidos, a la mayor inuencia de
China en el plano internacional.
La Cortina de Gigabytes
No caben dudas que China se ha transformado en un actor cen-
tral de la denominada 4ta revolución industrial. En casi todos los cam-
pos cientícos y tecnogicos que uno puede nombrar China lidera o es
cerca del liderazgo global (Scobell; Burke, et. al. 2020). En ese marco, la
materia prima más importante de nuestros días no se relaciona con nin-
gún commodity. El poder en la era de la denominada “4ta Revolución In-
dustrial” está en el manejo de la información, puntualmente residirá en
aquellos -Estados y empresas- que logren recolectar y controlar datos y
puedan procesarlos de manera más eciente. Dicho proceso es central
para sectores como Inteligencia Articial, Internet Cuántica o 5G. Por
su tamaño de mercado y el aumento de la digitalización de su economía,
Beijing tiene ventajas comparativas en términos de Big Data, la cual ex-
cede a una mera ventaja económica. Como bien plantea Graham Allison
(2019:42) “si la Unión Soviética hubiese sido capaz de controlar el nivel
de sosticación en la observación de datos, en su recolección y análisis y
las técnicas de alisis que hoy utiliza Amazon, probablemente hubiesen
ganado la Guerra Fría.
En la última década, las rmas chinas se han convertido en el caso
más exitoso de las denominadas digital latecomer (Foster & Azmeh, 2020).
China pasó a de ser ensambladora de Apple para los smartphones que se
vendían en todo el mundo a superarla en ventas a nivel global con rmas
propias (Huawei, Oppo, Xiaomi). Para convertirse en un país de ingresos
altos, China ha dejado lentamente de apostar al made in china para pensar
en el designed and developed by China. Si hasta 2015 China pensaba su rol
productivo desde un solo nivel (fabricacn de productos), en el último
lustro la estrategia es tripartita y contempla dos niveles más. El plan Made
in China 2025 se pensó para que el país alcance un segundo nivel producti-
vo con un conjunto de empresas que estén a la vanguardia del diseño y el
desarrollo tecnológico. Recientemente, el plan China Standards 2035 avan-
zó en lograr rmas que establezcan los próximos estándares tecnológicos,
cuyo uso suele ser universal.
Los argumentos de Washington para solicitar a sus aliados que no
adopten la tecnología china en 5G no obedecen a una cuestión meramen-
te económica. Se basan en el temor de que el Partido Comunista Chino
pueda tener acceso a los datos que circulan por dicha infraestructura
(dispositivos, antenas, cables subterráneos, etcétera). No se trata solo de
un problema de comunicación y de innovación. Estados Unidos percibe la
ventaja china en 5G como una amenaza a su Seguridad Nacional (Kaska,
et. al.,2019). Si Huawei logra instalar el hardware y el software de la pró-
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xima generación de redes, el gobierno chino podría -según la percepción
imperante en Washington- tener un control sin precedentes sobre inter-
net. En palabras de un militar de Estados Unidos: “En juego están los ga-
soductos, el suministro de agua y electricidad, las fábricas y las ciudades
inteligentes del futuro” (Sanger, 2020:113). El argumento es que China va
a exportar a escala global su “innovación iliberal” (Frish, 2019)
La reacción de Estados Unidos parece ser la de alguien que sabe de
qué se trata y que está perdiendo un privilegio que no se puede permi-
tir perder. Resulta ingenuo pensar que las democracias occidentales han
hecho de la privacidad un manto sagrado fuera del alcance de internet.
Con mayores restricciones, eludiendo controles propios de los sistemas
democráticos y con vínculos con las empresas privadas, la inteligencia es-
tadounidense ha tenido acceso a información que circula en todo el mun-
do. La posición central de Estados Unidos y de sus empresas en internet le
reportó grandes benecios, en particular para sus tareas de inteligencia.
El ejemplo más claro fueron las ltraciones de Edward Snowden, antiguo
empleado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de
Seguridad Nacional (NSA), quien hizo públicos documentos clasicados
sobre varios programas de vigilancia y espionaje de esta última agencia.
En Washington son conscientes que en materia de internet están perdien-
do el monopolio de lo que Farrell y Newman (2019) denominaron Weapo-
nized Interdependence
Si la internet del futuro tiene más aplicaciones chinas (TikTok en lu-
gar de Facebook), más componentes chinos (Huawei en lugar de Apple) y
más infraestructura (cables subterneos de bra óptica) diseñada por ca-
pitales chinos, seguramente Pekín cosechará los benecios económicos,
diplomáticos, de inteligencia y de seguridad nacional que otrora fueron
usufructuados por Estados Unidos. Desde sus orígenes como un pequeño
programa del Pentágono hasta su estatus de plataforma que conecta a
más de la mitad de la población mundial, internet ha sido siempre un pro-
yecto estadounidense. Sin embargo, en los últimos años Estados Unidos
ha cedido parte de ese liderazgo del ciberespacio a manos de China. Este
diagnóstico es compartido en Washington y es de carácter bipartidista
(Segal, 2019).
Ante esa realidad, en febrero de 2019, el ex secretario de Estado de
Estados Unidos, Mike Pompeo, realizó un viaje relámpago al viejo con-
tinente. En sus visitas a Budapest, Varsovia, Berlín y Londres, Pompeo
–palabras más, palabras menos– les dio a elegir: rechazar todo esfuerzo
por parte de China en la construcción de la infraestructura de la nueva
generación de telecomunicaciones (5G) en el interior de sus fronteras y
seguir perteneciendo al campo defensivo-militar patrocinado por Estados
Unidos o aceptar la tecnología china y las buenas condiciones que ofrece
la rma Huawei, pero a costa de perder acceso a la inteligencia y a la in-
formación sensible manejada por Estados Unidos y quizás también a las
bases militares (Sanger, 2020).
Desde 2018 a la actualidad, la ofensiva contra la rma Huawei no se
sólo se limitó a prohibiciones en el interior de Estados Unidos (Bateman,
2022: 15) sino que la escalada de hostilidades adquirió un sesgo global
(Lairson, 2019). En ese marco, Huawei terminó de entender que estaba en
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el medio de una disputa más grande, con clara impronta geopolítica. Un
funcionario del Consejo de Seguridad Nacional (NSC, por sus siglas en in-
glés) describió crudamente el objetivo de la Administración Trump: “aca-
bar con Huawei. El fundador de la rma china, Ren Zhengfei, entend
la situación: “La empresa ha entrado en estado de guerra” (Allison, 2020)
Desde entonces, se comenzó a desplegar una nueva “cortina” entre
las potencias, esta vez no física como en la Guerra Fría sino digital: la
denominada “Cortina de Hierro Digital” (Findlay, 2019) o la “Cortina de
Gigabytes” (Autor, 2020). Una abierta batalla política y diplomática que
viene librando Estados Unidos contra la rma china para obstaculizar y
detener su liderazgo en 5G a nivel planetario.
En relacn con el despliegue de la Cortina de Gigabytes, para mu-
chos aliados de Estados Unidos la decisión con respecto a la tecnología 5G
no ha sido fácil de tomar. En primer lugar, el liderazgo de Huawei amena-
za con tornarse abrumador y casi único. La estrategia de Washington fue,
durante todo el 2019, retrasar al máximo posible el despliegue de la 5G
hasta que una rma estadounidense alcance las condiciones necesarias y
sucientes para competir. En este sentido, desde China, el planteo para
seducir a sus contrapartes fue el de sumarse al futuro o quedar rezagado
con una tecnología próximamente obsoleta (4G), lo que agudiza así los
dilemas del resto del mundo.
Ante el atraso del capital norteamericano, desde principios del 2020
la Casa Blanca decidió apoyar los esfuerzos de la nlandesa Nokia y de la
sueca Ericsson, empresas competitivas en la materia. Dicha movida re-
sultó clave para que los aliados pudieran al menos visualizar una alter-
nativa a Huawei. Tanto los socios de Estados Unidos como el resto de las
naciones comenzaron a realizar lecturas en relacn con cuál de las dos
economías más importantes del mundo sería más crítica para el futuro.
Para nales del 2020, el despliegue de la Cortina de Gigabytes tenía im-
portantes adeptos (Reino Unido, Australia, Japón, Suecia) pero lo más im-
portante muchos indecisos.
Muchos líderes mundiales se comenzaban a hacerse las siguientes
preguntas. ¿Es el n de la Pax Americana? ¿El mundo se dirige a una transi-
ción hegemónica? ¿Podrá Estados Unidos recuperar su liderazgo? Por otra
parte, la ponderación sobre el devenir de la tensión chino estadounidense
ha sido otro punto crucial. ¿Es esta tensión circunstancial o estructural?
¿Primará la interdependencia o la conictividad sistémica? En denitiva,
nadie ha tenido apuro por subirse a ningún tren. Nadie quiere elegir la
locomotora equivocada.
Intentando correr la Cortina. China frente a la batalla contra Huawei
Para China el caso de Huawei mostró con claridad la distincn
entre tener recursos de poder y su posterior despliegue y ejercicio. Contar
con la rma más competitiva y eciente en materia de 5G no ha implica-
do per se lograr el objetivo de expandirse globalmente. En el tablero de
actores además de las principales empresas oferentes de la tecnología 5G
(Huawei, Ericcson, Nokia) y de los Estados, están las rmas telefónicas
locales que juegan un rol importante en el proceso decisorio, muchas de
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las cuales tienen fuertes intereses con distintas empresas chinas. Geopolí-
tica e interdependencia se solapan en un tablero complejo y multiactoral.
El caso en estudio muestra la necesidad de abandonar los enfoques úni-
camente pensado en los mercados (tecnológico) para comenzar a utilizar
lentes de la Economía Política Internacional (Lairson, 2020) y de la Geo-
política (Homann; Bradshaw y Taylor, 2019)
La temática de 5G se trasformó en un aspecto “rígido” de la nueva
bipolaridad (Autor, 2018) y se ha constituido en una agenda que tensiona-
do la pragmática “estrategias de dos vías” que gran parte de los países han
adoptado (Xuetong, 2019). A diferencia de la Guerra Fría, el nuevo orden
comenzó a ser moldeado por alianzas especícas y temáticas en lugar de
una oposición rígida de bloques dividida por líneas ideológicas bien mar-
cadas. La mayoría de las naciones han adoptado en general una pragmá-
tica estrategia de dos vías, adscribiendo a los compromisos estratégicos
con la potencia hegemónica pero simultáneamente reforzando los lazos
económicos y comerciales con Pekín. Sin embargo, como muy bien ha
explicado Yan Xuetong (2020), la economía digital y la ciberseguridad son
los aspectos más importantes de la riqueza y la seguridad nacional en los
tiempos que corren, por ende cualquier superioridad tecnogica, -princi-
palmente digital- se convierte en el núcleo de la competencia estratégica
entre las dos superpotencias en una conguración bipolar
El caso de Australia ha sido emblemático en ese sentido. A pesar de
tener una fuerte interdependencia económica, Beijing no logró inuen-
ciar a Australia para que habilite el despliegue de la rma china. Desde
hace años la relación bilateral se enfrió y quedó presa de distintos tipos de
retaliaciones. Retomando el primer “rostro” del poder ni las “zanahorias”
y los “palos” pudieron impedir que Australia optase por pagar costos en
la dimensión económico/comercial (con China) y no en la estratégico/
militar (con Estados Unidos). En materia de alianzas, gran parte de las
naciones del sistema internacional forman parte del diseño estratégico de
Washington y en un tema sensible que involucra (para Estados Unidos)
temas de su seguridad nacional existen escasos márgenes de maniobra.
Para Beijing fue evidente que el poder no es fungible: lo que representa
poder en un determinado lugar o contexto puede no hacerlo en otro. Los
enormes recursos económicos y de mercado, por más vastos que sean
estos, pueden no ser útiles ni efectivos para la resolución de una disputa
sobre seguridad.
Aún así, el poder de fuego de China en este “rostro” del poder es
importante. Justamente, una de las principales armas que hoy tiene Pekín
para contrarrestar la presión de Estados Unidos es la vinculación de cues-
tiones, especialmente desde las retaliaciones en el plano económico. Un
político alemán lo expuso en estas palabras: “Nosotros le vendemos 5
millones de autos por año a China, ¿qué pasará en los años posteriores a
prohibir a Huawei?” (Sanger, 2020, p. 114). Este punto explica por qué el
gobierno de Bolsonaro en Brasil, a pesar de su retórica “anti china” y de
un claro bandwagoning con Estados Unidos, no haya podido excluir a la
rma China de las licitaciones para 5G. Más allá de las fuertes presiones
de Washington (Stuenkel, 2020) la dependencia comercial del gigante su-
damericano con China es muy pronunciada. Ana Clara Costa (2021) evi-
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denció muy claramente como Beijing en todo el proceso condicionó con
distintas medidas económicas los márgenes de acción de Brasilia. Lo má-
ximo que lo pudo ofrecer Bolsonaro a los Estados Unidos fue el compro-
miso de crear a una “red de 5G gubernamental(agencias federales) para
las comunicaciones ociales dónde ahí si no podrá participar Huawei.
Por su parte, la vinculación de cuestiones de Washington se ha co-
menzado a dar desde el plano de la seguridad. En abril de 2020, la Admi-
nistración Trump lanzó la iniciativa The Clean Network con el objetivo,
según el propio Departamento de Estado, de “resguardar la privacidad de
los ciudadanos y de la información más sensible de las empresas estadou-
nidenses de la intrusn agresiva de actores malignos, como el Partido Co-
munista Chino”. La iniciativa tiene cinco líneas para desacoplar internet
de China en cuanto a operadores de internet, dispositivos, aplicaciones,
la nube y los cables subterneos. Lo interesante es que muchos países
que todavía no han tomado una decisión concreta respecto a prohibir o
no Huawei para 5G, forman parte de la iniciativa (Dinamarca, República
Checa, Brasil, Polonia, Grecia, Estonia) mostrando, a priori, una tenden-
cia cercana a los intereses de Estados Unidos. A su vez, muchas operado-
ras telefónicas también se han sumado a la iniciativa constriñendo así las
opciones políticas de muchos países. Este es el caso de Orange (Francia),
Jio (India), SK y KT (Corea del Sur), Bell Canada, Telus y Rogers (Canadá).
La administración Biden lanzó en abril del 2022 la iniciativa “Allian-
ce for the Future of the Internet. A pesar de una clara intención de darle una
impronta política propia, las continuidades con Trump en la materia son
claras. Sesenta países de todo el mundo suscribieron dicha declaración
(political commitment) evidenciando la capacidad de inuencia de los Esta-
dos Unidos en la materia.
En relacn al segundo rostro del poder, la expansión de Huawei no
puede escindirse de la inserción de China en la gobernanza internacional.
A diferencia de los preceptos realistas sobre la intención revisionista de
las potencias emergentes (Brzezinski & Mearsheimer, 2006) para China
los incentivos para operar dentro del orden internacional liberal fueron
grandes. Ocurre que una vez alcanzados ciertos atributos de poder, usu-
fructuar y sacar rédito de las reglas, prácticas e instituciones del orden
internacional liberal resultó más conveniente que intentar una transfor-
mación sistémica (Ikenberry, 2011). China caminó por las instituciones
y regímenes internacionales fundamentalmente por haber sido y ser una
parte interesada en su mantenimiento (stakeholders). Para gracar este
proceso, a la fecha de las 14 agencias especializadas del sistema de Nacio-
nes Unidas, cuatro son dirigidos por un funcionario chino.
Sin embargo, Beijing también tuvo la habilidad –y sobre todo los
recursos de poder– para jugar en los márgenes y muchas veces por afue-
ra. China aprovechó muy bien su inmenso y casi único poder de mercado
para exigir –entre otras cosas– transferencia tecnológica a las multinacio-
nales occidentales que se radicaban en el país. Eran tantos los benecios
de estar dentro del gran mercado asiático que muchas compañías acep-
taron, en la negociación para su radicación, la imposición de reglas que
en cualquier otro país hubieran sido rechazadas de plano. La obligacn
de realizar joint ventures (alianzas de empresas) con participación del ca-
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pital chino fueron una de las estrategias nodales en esa direccn, sobre
todo en aquellos sectores estratégicos de la economía identicados como
sensibles”. Desde Estados Unidos han comenzado a denominar a esta
situación como “liberalismo predatorio” (Cha & Lim, 2019).
Es indiscutible que China en la última década ha logrado, en el
plano de la gobernanza global, mayor capacidad de congurar y con-
trolar agendas pero su despliegue no ha sido libre de cuestionamientos.
Por ejemplo, las acusaciones sobre apropiación indebida de propiedad
intelectual no pueden ser subestimadas. Muchas rmas han denunciado
ltraciones sensibles a partir de ciberespionaje por parte de China. La
Administración Obama llevó a China a rmar en 2015 un acuerdo en
materia de seguridad cibernética con el objetivo de comprometerla a una
mayor transparencia en ese campo. En 2018, los servicios de inteligen-
cia estadounidenses denunciaron que Beijing no cumplía con lo pautado.
En 2019, en el documento conjunto del Parlamento, Comisión y Consejo
Europeo “EU-China. A strategic outlook” se habla de “rivalidad sistémica”,
en donde se puntualiza la falta de transparencia del gobierno chino en
muchos de los compromisos internacionales asumidos. La lejanía de la
Unión Europea en relación a la tecnología china se profundizó en 2021
con la creacn junto con Estados Unidos de Trade and Technology Cou-
ncil (TTC), espacio de dlogo que intenta unir posiciones en materia de
políticas tecnogicas desde los “valores democráticos”. Queda claro, que
los cuestionamientos y dudas de Estados Unidos y sus aliados en relacn
a las posibles ltraciones de datos de la red china de 5G, deben enmarcar-
se en este contexto más amplio que escapa al mercado de las telefónicas.
Por último, y estrechamente vinculado, en lo relativo a la capaci-
dad de moldear preferencias iniciales de terceros actores -tercer rostro del
poder- los recursos blandos (cultura; valores; narrativas; políticas) y cual-
quier recurso capaz de generar atracción (como el carisma individual)
se tornan clave. La pandemia del Covid-19 mostró las dicultades que
ha tenido Beijing para que el resto de la comunidad internacional acepte
una “narrativa” de potencia benevolente (Green y Madeiros, 2020). Por
un lado, la denominada “diplomacia de las mascarillas”, la rápida capa-
cidad de controlar la expansión de la pandemia y la recuperacn en “V”
de su economía fueron aspecto ponderamos globalmente. Por el otro, la
censura en materia de acceso a internet, el “sistema de crédito social, la
represión a las minorías étnicas como los tibetanos o los musulmanes chi-
nos (etnia uigur), la poca transparencia gubernamental y las dudas en re-
lación con la información sobre datos y cifras vinculados con la pandemia
generaron importantes recelos por parte de la comunidad internacional,
lo que afectó la credibilidad china. En relación a este punto, un reciente
paper destaca que en el curso de su ascenso como potencia global muchas
de las intenciones en materia de política exterior, en especial aquellas
señales cooperativas” tendieron a carecer de credibilidad (Yoder, 2020)
De acuerdo a una encuesta del Pew Research Center (Silver, Devlin y
Huang, 2020) en muchas de las economías avanzadas (14 relevadas) las vi-
siones negativas en relación a China se han profundizado en los últimos
años, en particular en 2020. Está claro que Estados Unidos ha perdido poder
blando en estos tiempos de pandemia. Del mismo modo, en lo que respecta
123
Esteban Acs China y el 5G: entre el recurso y el ejercicio del poder
a China, no puede asegurarse que lo haya logrado incrementar de manera
signicativa, tal como se lo propuso el gobierno de Xi Jinping. Como bien
indica Elisabeth Braw (2020) China “Can Buy Inuence, but It Can’t Buy Love
Este rostro del poder es el menos visible pero uno de los más im-
portantes para cualquier potencia. Si el “poder duro es empujar, el poder
blando es jalar, advierte Nye (2011, p. 176). En materia de la expansn de
la red 5G, la batalla por las narrativas juega un rol central, tan o más im-
portante que las ventajas técnicas y económicas que una empresa pueda
ofrecer. Si China quiere avanzar en consolidar su inuencia material a
escala (en este caso tecnogica) es imperioso un “reshaping Global Ima-
ge” en particular sobre occidente (Herbert, et. al. 2021).
Conclusiones
Gran parte de los estudios y alisis en relación a las tensiones entre
Estados Unidos y China se focalizan en ponderar la acelerada convergen-
cia de recursos materiales de poder de la potencia en ascenso. Las mayores
ambiciones de inuencia de Beijing y el temor que esto provoca en la po-
tencia establecida marcan una conictividad de tipo estructural. Uno de
los planos más visibles de esta dimica es sin lugar a dudas la dimensión
tecnológica, especícamente las innovaciones en materia de internet.
Sin embargo, para China el mayor dilema de cara a la tercera déca-
da del siglo XXI no radica sólo en cómo acelerar e incrementar los atribu-
tos de poder ya existentes sino -fundamentalmente- en el cómo proceder
a su ejercicio y despliegue a escala global. En el “Long Game” (Doshi,
2021) para desplazar el poder estadounidense este aspecto será vital y no-
dal. En ese marco, el presente trabajo buscó mostrar la complejidad que
eso conlleva y el gap existente entre esos dos planos.
Desde una lectura amplia y relacional del poder en las Relaciones In-
ternacionales, se reexionó en torno a las dicultades que viene enfrentando
la rma Huawei -y la política exterior china- para contrarrestar la denomi-
nada “Cortina de Gigabytes” que ha intentado desplegar Washington desde
2018. Al nalizar el 2021 muchos de los principales aliados de Estados Uni-
dos habían prohibido la participacn de Huawei y otras rmas chinas en el
desarrollo y licitaciones de la tecnología 5G (Reino Unido, Japón, Australia,
Suecia, Finlandia, Canadá y Nueva Zelanda) Sin embargo, un conjunto de
países con planes de 5G avanzados han adoptado un enfoque mixto dado
que han incorporado las preocupaciones de Washington (adoptado algunas
restricciones formales e informales) pero sin avanzar en la exclusión de las
rmas chinas (India, Francia, Italia, Alemania, Brasil y Vietnam).
No caben dudas que más allá de los benecios económicos y venta-
jas técnicas de la rma en cuestión, las relaciones de poder y los vínculos
políticos que cada país tenga con las potencias han sido clave en el devenir
del tema. A su vez, parafraseando a Benjamín Cohen (2015, p. 30) China
en materia de 5G tuvo que comenzar a jugar acelerada y simultáneamen-
te el juego del “poder como inuencia” y el “poder como autonomía”.
Mientras lo primero reere al “poder sobre” otros (hacia el resto de las
naciones) la segunda está ligada al “poder para” implementar políticas y
resistir presiones.
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estudos internacionais • Belo Horizonte, ISSN 2317-773X, v. 10, n. 4, (nov. 2022), p. 113-125
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